Foto: Andrés Macera.
Foto: Andrés Macera.

De los tuiteros “terroristas” al avatar “servilleta”, pasando por el padre que agitó la paranoia colectiva por Whatsapp, las redes de internet son cada vez más una caja de resonancia de las tensiones sociales. Un juez y dos especialistas analizan la problemática.

Las redes sociales ya no son una opción. Internet tampoco. Existe un feedback permanente entre lo que pasa en las calles y lo que pasa en las redes. Internet ya no es otra realidad, no es una realidad paralela, sino un ámbito más de la cotidianeidad. El contexto local de las últimas semanas, plagado de marchas, denuncias, linchamientos y la inminente llegada de gendarmes, no iba a quedar por fuera de las redes sociales virtuales. Los espacios como Facebook o Twitter sirvieron de escenario tanto para convocarse a movilizar, para contar lo que sucedía, como también para seguir reflejando la violencia y la derechización de la sociedad. Los insultos y las amenazas ya son moneda corriente en aquellos ámbitos, sólo que ahora también se los apunta desde el gobierno como intentos desestabilizadores. Aparecieron las nociones de servicios de inteligencia y tuiteros y bromistas terminaron imputados. Un juez y dos especialistas en la temática fueron consultados por el eslabón para empezar a desandar: ¿por qué fueron señalados ellos? ¿Por qué ahora?

“Si el pueblo de Santa Fe quiere recuperar su honor, debe colgar a Miguel Lifschitz como a Mussolini. Este ladrón HDP destruyó la provincia”. El mensaje –el original está escrito en mayúsculas y sin signos de puntuación– fue publicado en twitter el 26 de agosto pasado por la cuenta Rodolfo Kentton (@rudykentton). Le siguieron dos más. El gobernador Miguel Lifschitz señaló, días más tarde, a esta seguidilla de tuits como “intentos desestabilizadores” y advirtió estar investigando al usuario. Pocos días después, el tuitero en cuestión se presentó frente a la Justicia y declaró haber escrito en plena calentura. Rodolfo Antonio Steinbrecher fue imputado por incitación a la violencia colectiva contra el gobernador.

Las declaraciones de Lifschitz mencionadas son del 9 de septiembre. Esa misma semana, los grupos de whatsapp explotaron con la viralización de un mensaje de audio advirtiendo sobre el robo de niños en la ciudad. La famosa leyenda de la traffic blanca, sólo que 2.0.  “Este no es un mensaje común. Presten atención porque es un mensaje muy preocupante, estuve reunido con un jefe de PDI (por la policía de investigaciones) y hoy en Rosario se robaron cinco criaturas”, dice un hombre que se explaya durante un minuto 16 segundos. La gente llamó a los medios de comunicación pidiendo que se investigue, los padres y madres se organizaron para estar atentos a la salida de la escuela, el jardín o el club, y muchos advirtieron haber percibido el peligro en sus mismas cuadras: alguien sacando fotos, un desconocido observando desde un rincón, una persona “rara” que se asoma de un auto. El autor del mensaje también se presentó a la justicia y explicó que grabó el audio como último recurso para lograr que su familia tome ciertos recaudos frente a la inseguridad. El hombre fue imputado la semana pasada por el delito de «intimidación pública», considerando que de alguna manera, sus dichos generan miedo y caos ya que “limita el libre desarrollo de la vida humana”.0

Estos dos casos fueron la versión local de una noticia nacional: la de los tuiteros terroristas. El caso es el de dos jóvenes de 21 años que a fines de julio lanzaron una serie de tuits desde la cuenta @HassanAbuJaaf. Los jóvenes mostraron fotos de posibles lugares para un atentado terrorista y acompañaron las imágenes con el hashtag  #PrayForArgentina. Por el chiste, les cayeron efectivos de los Departamentos Unidad de Investigación Antiterrorista y Seguridad de Estado de la Policía Federal junto a las Brigadas Explosivos y Canes Detectores de la Superintendencia Federal de Bomberos, y participó el Grupo Especial (BRI) de la Policía Metropolitana. Los pibes explicaron que era para divertirse. La madre de uno de ellos fue más clara: “Son dos estupidos aburridos”. Uno de ellos quedó en libertad. Otro sigue preso. El Juzgado Criminal y Correccional Federal N°1, a cargo de la doctora Servini de Cubría, encuadró los tweets bajo el agravante 41 de la denunciada Ley Antiterrorista, que duplica la pena, por lo que el delito que va de 6 a 14 años de prisión.

Todos estos hechos son los últimos que tuvieron trascendencia mediática. Las denuncias por acoso, difamación, intimidación a través de Internet, llegan, sin embargo, con frecuencia a los Tribunales provinciales. También puede mencionarse lo que no llega. La violencia de los comentarios, de los posteos, de las discusiones. La posibilidad del anonimato inmediato para decir lo que se quiera: amenazar, por ejemplo, sólo por diversión. O bronca. Se suman los trolls. Se suma la posibilidad de servicios de inteligencia dando vuelta en las redes. También el activismo. Y la idea máxima de la libertad de expresión y la multiplicidad de voces.

El ámbito de la nube cambia, se actualiza y propone nuevas posibilidades permanentemente. “La evolución de todo lo que son las redes sociales y la informática en general, es tan rápida, tan sorpresiva para todos, que ha superado a los tiempos institucionales y la legislación, que para moverse es como un dinosaurio”, asegura y explica con claridad, Néstor García, juez Civil y Comercial de la 6º nominación. “Nosotros podemos entender lo que pasa en redes sociales. Lo que me parece es que nuestra capacidad de reacción es mucho más lenta”.

Las preguntas se disparan: desde qué es un troll hasta si los patrullajes de los servicios pasaron a Twitter o Facebook. ¿Son necesarias leyes que regulen Internet? ¿Cambian los derechos y las obligaciones en este ámbito? ¿Cuál es el límite? ¿Hay que llegar a la censura? Para el juez García hay una disyuntiva: si queremos esa posibilidad de expresarnos libremente como nos guste o queremos que eso se restrinja. “La posibilidad del anonimato da lugar a la posibilidad de virulencia o ataques desmedidos”, evalúa el magistrado, y sigue: “pero a la vez, considero que ese exceso en las libertades es el precio que tenemos que pagar por esa libertad. Personalmente, lo pago gustoso porque las redes también han sacado el monopolio de la información. Antes, unos pocos tenían la verdad. Hoy tenemos muchas voces que se manifiestan a través de la red y es mucha la gente que tiene la posibilidad de acceder a esas otras voces”.

Las mismas leyes, la misma realidad

Natalia Zuazo, politóloga, periodista y consultora digital, marca un límite: si se habla de Internet, no se habla de otra realidad.  Es la misma y se tiene que respetar y exigir en el ámbito fuera de Internet lo mismo que dentro de Internet. Y en ese sentido, cabe la redundancia: las leyes penales y civiles son capaces de aplicarse en cada ámbito. Para Zuazo, hay un riesgo que se corre al tratar de crear leyes bajo la premisa de que todo lo que sucede en Internet es malo. O al tratar de legislar únicamente para la web. “Internet es más que un espacio donde se reproducen mensajes violentos. Es un ámbito de libertad de expresión, diverso, planetario, complejísimo y entonces hay que tener mucho cuidado porque es muy difícil regularlo”.

Para ella, la clave está en la educación y el asesoramiento. “Es necesario alguien que piense en cómo la política pasa también por el ámbito digital y cómo se entiende esto para, por ejemplo, no cerrar twitter cada vez que algo me molesta. Es muy importante una educación tecnopolítica. Las empresas de tecnología siempre van a tener capacidad para llegar a nosotros y vendernos cualquier porquería que salga. Ahora, entender la tecnología desde adentro, entender cómo funciona internet y sus implicancias políticas nos va a hacer más libres, nos va a permitir decidir”.

La disputa donde tiene que estar: en las calles

Las redes sociales pueden ser esa plaza pública donde se pide la cabeza de cualquiera. Pueden, también, ser el escenario para aplicar políticas represivas: en cualquier ámbito se cazan perejiles. Las redes, además, tienen su paralelismo con la calle. Tomar las calles, tomar las redes, todos los ámbitos. Para Marcelo De La Torre, investigador y docente de la UNR, las redes son espacios de profundización de la democracia.  “En las redes, a la derecha le pasa lo mismo que en el mercado. Y lo que queda más claro es que esa idea de la sociabilidad que tanto necesitan las redes sociales para hacer su negocio no es del mismo orden que el comercio. Esa oposición tiene que estar en tensión siempre y tratar que se juegue en sentido de la gente”.

El investigador utilizó como ejemplo lo que sucedió con la pelea por el descanso dominical: “Se logró cambiar el sentido de algo que estaba totalmente naturalizado, que era que el domingo se va al supermercado. Con todas sus complejidades, se logró dar vuelta el sentido y mucho tuvo que ver el tema del protagonismo en las redes sociales”, observó.

Para De La Torre “las organizaciones políticas, sociales, sindicales, tienen la gente y tienen una ventaja si son empoderadas en estas habilidades de twitter o facebook. La derecha no tiene la gente, ellos necesitan trolls, los call centers de política bastarda”.

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