Ilustración: Facundo Vitiello.
Ilustración: Facundo Vitiello.

Yo no sé, no. En el barrio, apenas salía, el sol era el gran secarropa de aquellos tiempos. Alrededor de la cancha, en uno de los arcos, las vecinas colgaban sábanas como para asegurarse que fuera lo primero en secarse, recuerda Pedro en estos días soleados de primavera. También se acuerda que en ese mismo arco, tenían la precaución de no patear fuerte para que la pelota no caiga en esos patios, porque seguro que no se recuperaba. Ahora, cuando aflojaba el sol, podían patear todos y ahí los troncos se mandaban cada una. Las vecinas, una vez que sacaban las sábanas, no hacían tanto lío con las pelotas que caían.

Hablando de sábanas, Pedro se acuerda del Monito: un flaquito que aparecía y desaparecía en el partido. Trabajaba para Faringola y lo cierto es que se estaba recuperando de su peor vicio, según él, el de “hacer terraza”. Hasta hacía poco se dedicaba al choreo. Y lo que contaba como anécdota, es que lo que nunca tocaba eran las sábanas. “Me da no sé qué”, decía. A lo mejor porque estaban llenas de historias, y ahí el Monito se ponía romántico y le daba a las sábanas una vuelta poética. “Nunca las toqué”, aseguraba. A lo mejor pensaba que a él le servirían cuando caiga, para hacerse como en las películas una soga de sábanas para escaparse.

El Monito siempre estaba así, como queriéndose escapar al drama de su historia. Aparte, él, como tantos, admiraba al fantasma Benito, el que salió de Quilmes y pasó a la gloria con Vélez. “Fijate vos, el Fantasma Benito nació en el 48 y el 48 es el muerto que habla. Como un fantasma, parecía que estaba marcado su destino desde su nacimiento”, reflexiona Pedro. “Benito se retiró de Vélez haciendo 73 goles. Justo 73, año emblemático para todos nosotros”, continúa Pedro, queriendo forzar los números con la historia.

Siguiendo con la sábana, Pedro también rememora cómo nos hacíamos los lindos regalando a más de una piba, en un pequeño poster, los versos de Benedetti, ese que cumplió el natalicio hace poco. Y el oriental decía: «Con sábanas qué bueno, sin sábanas da igual».

También se acuerda de las sábanas que se usaban para hacer esas pancartas, cuando no había tela suficiente. En la militancia decíamos: “Hay que guardar todos los trapos, incluso las sábanas blancas. En algún momento nos van a servir para mostrar lo que tenemos que mostrar”. Como decía la consigna de Villa Manuelita cuando no reconoció al gobierno de la fusiladora.

A lo mejor el pistolero pirómano le tiene miedo a las sabanitas, por eso mandó a quemar las cunitas. Porque seguro volveremos reflotando la historia de todas esas sábanas. Y para los que están gobernando es el peor fantasma. Ver una ve corta, en un trapo blanco, y no solo la de Vélez, sino la que alguna vez pintamos con el nombre de “victoria”, de “venceremos”, ahora diciendo: “Volveremos”. Seguro que se atragantan, por eso apelan al fuego, sólo por eso.

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