Ilustración: Facundo Vitiello.
Ilustración: Facundo Vitiello.

Yo no sé, no. En el baldío que da frente a la verdulería de Viborita, por Biedma y que tenía salida por Iriondo, con una alegre musiquita los aviones, los barcos y los caballos y los convertibles, como los que manejaba el pato Donald, daban vueltas y vueltas. Era la primera calesita que hubo en el barrio. La manejaba por Ocho Dedos, quien la había agarrado como changa. El tipo te vendida la vuelta, empujaba la calesita y manejaba la sortija.

Recuerda Pedro que en el fondo, en la canchita chica pegada a la vía, donde se jugaba de 7, había tipos que la manejaban, pero algunos eran calesiteros. Había un gordito…, que Juan el Negro “Ville”, una vuelta se acerca y le dice a Pedro: “le voy a pegar un sopapo para que la largue, porque está jugando para nosotros, porque si jugaba en contra ya lo hubiese sacado de una patada”.

Tanto en Ñuls como en Central, en aquella época, la discusión era eterna, porque los que manejaban el mediocampo y tenían dominio no la largaban tan rápido. Algunos que apreciaban el fútbol, decían: «Y a quien se la van a dar si son todos troncos los de arriba». Mientras que los otros contestaban: «No, no saben jugar al fútbol, juegan a la pelotita nomás». Y en algún momento determinado, no se sabe cuando exactamente, en el fútbol profesional empezaron a desaparecer los calesiteros, a lo mejor por la influencia de los técnicos. Y a los que se adaptaron se les dice que «hacen la pausa, para hacer un buen ataque».

Ahora, piensa Pedro, volvieron algunas calesitas, pero en los medios de comunicación, que dan vueltas y vueltas siempre con las mismas noticias.

Hoy las calesitas son casi inexistentes, la de los pibes. Y Pedro cree que ese primer juego de fantasía, de estar cabalgando o subido a un avión, o a una lanchita, podría ser posible en la realidad. A mediados del siglo pasado, y hasta hace poco, se intentaba volver con políticas de inclusión a que la gente pueda subirse a un avión, manejar su propio auto, o irse de recreación. Pero cuando uno ve una noticia de las bandas de violentos, por ahí se hace imposible que en un parque los pibes estén tranquilos.

“Lo que no dicen –señala Pedro–, es de las otras bandas, las que se adueñaron de los medios de comunicación, donde el mensaje es que se trata de un golpe de suerte o la destreza individual a la hora de manotear la sortija. Habría que reivindicar a los primeros calesiteros y volverlos a convocar, que tengan dominio de pelota y que venga alguien y les enseñe a largarla y jugar en equipo; y a pasar al ataque y saber hacer la pausa”.

“No va a ser fácil –sigue Pedro reflexionando en voz alta–, porque los que manejan la gran calesita, o sea las bandas de empresarios, no van a querer largar fácilmente”. Hace una pausa, y dice: “Nunca supimos el dueño de la calesita que manejaba Ocho Dedos. A nuestro favor sabemos que los que manejan la cuestión financiera y económica se le nota el garfio de piratas modernos, expertos en el saqueo permanente”.

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