Imagen de una de las marchas de los trabajadores extraída de su facebook.
Imagen de una de las marchas de los trabajadores extraída de su facebook.

En El Ciudadano se vive con angustia la anunciada retirada patronal. El nuevo conflicto expone crudamente el monopolio en la prensa gráfica rosarina, en manos del grupo Uno de Daniel Vila y José Luis Manzano. Los trabajadores negocian indemnizaciones y apuestan a alguna alternativa de continuidad.

La decisión de la firma Indalo Medios de no explotar más El Ciudadano pone otra vez al borde del precipicio social a los trabajadores del diario y, al mismo tiempo, vuelve a exponer con estridencia el obsceno grado de concentración y monopolio que se registra en el mapa de la prensa gráfica rosarina, copada por el grupo Uno (ahora transformado en grupo América) capitaneado por los mendocinos Daniel Vila y José Luis Manzano.

Con su más de millón y medio de habitantes, su perfil de actividad económica industrial y de servicios enclavada en medio de la pampa húmeda, su condición de boca de salida portuaria de la mayor parte de la producción rural del país, Rosario y su región dan la talla para una pluralidad mediática mucho mayor que la que se puede apreciar. La concentración resalta particularmente en la prensa gráfica, que aunque en los últimos años es jaqueada por las nuevas tecnologías, aún persiste como factor clave de definición de la agenda mediática.

En ese marco hay que inscribir la crisis que se vive en El Ciudadano, donde la incertidumbre respecto del futuro es moneda corriente desde aquella decisión de su fundador, Orlando Vignatti, de aliarse en el año 2000 al mismo grupo Uno y sacrificar el matutino con redacción en calle Dorrego al 900.

No fue poco lo que sacrificó Vignatti. Desde su aparición, el 7 de octubre de 1998, el nuevo matutino no había hecho más que crecer en ventas hasta llegar a competir seriamente con el decano de la prensa argentina. Y esto fue posible porque en El Ciudadano había más de 200 trabajadores, que contaban con infraestructura suficiente para producir un diario de muchas páginas, con un buen suplemento deportivo, con avisos clasificados y fúnebres, con una agresiva política de inserción en el mercado, con diagramación y tratamiento fotográfico distintos, modernos para la época, con notas bien escritas, editadas y corregidas al detalle.

Con todo eso, bastaba y sobraba para terminar con la monarquía de la prensa gráfica rosarina, que a esa altura ya había perdido su abolengo local con el traspaso de la fundadora familia Lagos a los bravos mendocinos del entonces grupo Uno. Pero la criatura que crecía –ya se ha dicho–, fue rápidamente entregada a la voracidad de Vila y Manzano y del propio Vignatti, quien prefirió integrarse al monopolio que había comenzado a desafiar seriamente.

A partir de ahí, el diario sobrevivió basado fundamentalmente en la tozuda lucha de sus trabajadores integrados en su organización sindical, que soportaron al grupo Uno, luego también a Eduardo López y a mediados de 2009 volvieron a manos de Vignatti, quien se había proyectado al mapa mediático “nacional” al hacerse dueño de Ámbito Financiero sin dejar de tener una pata puesta en La Capital, por lo que esta vez en El Ciudadano no hubo inversión para competir sino apenas un respirador artificial.

Así se llegó a febrero de 2015, cuando una novedad sacudió la modorra: Vignatti le vendió Ámbito Financiero al grupo Indalo de Cristóbal López, el empresario de juegos de azar y otros rubros que había comenzado a incursionar en los medios con la compra de C5N y al amparo de su buena relación con el gobierno nacional de entonces. El desembarco de Cristóbal despertó expectativas de cambio de actitud. Entre las especulaciones se contaba la de una apuesta a un relanzamiento de El Ciudadano para competir otra vez y generar una pieza más del dispositivo comunicacional con el que el kirchnerismo bregaba contra Clarín y otros grupos opositores como el propio Uno. Pero no.

Aquella cristobalesca perspectiva inicial resultó espejitos de colores. Y todo volvió al letargo impuesto por patrones sin interés en la empresa, que finalmente blanquearon ese desprecio con el anuncio de “cese de explotación” lanzado en estos días.

El capital de los trabajadores

El anuncio del cese fue el inicio de una nueva etapa de lucha de los trabajadores del diario. A diferencia de ocasiones anteriores, el anuncio de “cese de explotación” vino acompañado por una declamada voluntad patronal de pagar las indemnizaciones correspondientes. No es una diferencia menor. Una cosa era Eduardo López con su banda en fuga de Newell’s, que había puesto el diario a nombre de una off shore uruguaya llamada Nifadel, con barras leprosos en el directorio y escasísimo patrimonio, apremiada por deudas varias y muy cuantiosas. Otra cosa es el grupo Indalo.

De allí que por estos días, tras la mala nueva de la retirada patronal, las energías de los laburantes y del Sindicato de Prensa estén más puestas en la negociación de los números que en la cuestión de la continuidad de las fuentes de trabajo, que de todos modos no se deja de analizar y barajar.

En este sentido, los trabajadores cuentan con un capital construido a lo largo de todos estos años de gente luchando, que es la solidaridad y la adhesión de vastos sectores de la población que no se resignan al diario discurso único.
Porque no es pavada esto: las organizaciones de toda laya que son genuinas expresiones de los vecinos y vecinas de la ciudad entienden cada vez más qué significa el monopolio de La Capital. Lo saben desde los dirigentes políticos que deben gastar fortunas en el derecho a aparecer en esas páginas hasta los dueños de empresas comerciales y de servicios, a los que se amenaza con subirles los costos de sus anuncios en el Decano si al mismo tiempo publicitan en otros medios. Lo sufren –muchas veces sin llegar a percibirlo– los miles de lectores, que consumen las operaciones y las publinotas cotidianas que copan cada vez más páginas del tradicional matutino.

Edad de merecer

El mismo viernes 30 de septiembre, apenas conocida la decisión de Indalo de abandonar El Ciudadano, hubo una asamblea en la redacción de calle Dorrego al 900. De inmediato surgió el comunicado que declaró el “estado de asamblea permanente”, que corrió muchísimo más por las redes sociales que por los medios de prensa de la ciudad. La repercusión fue acorde a la gravedad de la situación. Se confirmó que hay fuerza dispuesta a acompañar la pelea más allá de las 82 familias directamente involucradas.

Tras el impacto inicial, sobrevinieron los primeros contactos entre el sindicato y la patronal y comenzó la ronda de cifras, sobre la que los trabajadores fueron informados en una nueva asamblea el miércoles 5. Están en juego las indemnizaciones y también deudas importantes de aportes sindicales y de la obra social. Las primeras estimaciones sindicales rondan los 40 millones de pesos. Ahora, se esperan resultados de la continuidad de las negociaciones, que en principio la empresa no quiere extender mucho más allá de mediados de este mes. En paralelo, se tejen más especulaciones que datos ciertos en torno a la posibilidad de continuidad tras la retirada de Indalo. El Ciudadano es una marca instalada pasible de ser relanzada para ocupar ese enorme espacio que deja el reinado de La Capital. Sin embargo, todas las versiones sobre supuestos grupos empresarios interesados en venir a disputar el mercado rosarino siempre quedaron en versiones y no más.

Entre medio, este último viernes 7 de octubre, El Ciudadano cumplió 18 años de presencia en la ciudad. Vaya modo de llegar a la mayoría de edad.

Eco en Diputados

La situación en El Ciudadano tuvo repercusión en la Legislatura santafesina, donde la diputada provincial Verónica Benas impulsa un proyecto de declaración que exprese preocupación ante el eventual cierre del diario rosarino. La iniciativa de la diputada provincial de Pares –integrante del Frente Progresista Cívico y Social– menciona el comunicado del Sindicato de Prensa Rosario que da cuenta del estado de asamblea permanente tras el anuncio de Indalo de su intención de retirarse de la escena. El proyecto de Benas resalta “la necesidad de explorar las alternativas necesarias para evitar la destrucción de los puestos de empleo y posibilitar la continuidad de un medio de gran arraigo en la ciudad de Rosario, evitando que los derechos de los trabajadores resulten nuevamente vulnerados por empresarios aventureros protegidos por los poderes de turno”.

Fuente: El Eslabón

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Un comentario

  1. Sergio Rubén Rossi

    10/10/2016 en 1:28

    Toda voz, y en este caso, pluma para escribir que sea diferente, superadora de los medios hegemonicos de nuestra ciudad de Rosario es silenciada, escondida, porque sólo debe haber una única versión de los hechos para poder seguir imponiéndose.
    Eso es lo que ocurre. Un gran monstruo, que se ha comido todo lo en algún momento fue una alternativa.
    Coincido plenamente con el criterio de esta nota de Redacción Rosario, cuando nació «El Ciudadano» lo seguí de cerca, y realmente era muy superior a «La Capital», hasta que llegó la orden de que no podía ser el número uno de la ciudad, y rapidamente destruyeron su calidad y excelencia.
    Este medio debe seguir en pie, y para que siga caminando lo tenemos que salvar entre todos. Estar junto a los trabajadores de prensa, aunar esfuerzos, y como siempre, a través de la solidaridad del pueblo y la unión a través de una cooperativa para que pueda seguir existiendo. Así como lo hicieron los obreros textiles de Rochdale en Inglaterra, cuando realizaron la primer experiencia de este tipo de organización económica. Debemos aportar, aunque sea una mínima unidad monetaria, para poder seguir teniendo un diario alternativo en Rosario.

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