A la Lepra le alcanzó una sola jugada de peligro –nada menos que la última– para adueñarse del clásico y revertir la racha adversa que arrastraba. Central tuvo la pelota, pero no ideas. Maxi Rodríguez, el héroe de la tarde.

El tablero electrónico ya había marcado los cuatro minutos que separaban al partido del final. Newell’s, que ni por asomo había merodeado el área rival, tenía un córner a favor. Los canayas en su totalidad lamentaron ese tiro de esquino no forzado que Dylan Gissi le dio al visitante. Es que sabían que la pelota parada era la única vía en que el equipo de Osella podía lastimar.

Es que esa jugada podía tirar por la borda todo lo que había ocurrido en el desarrollo del encuentro. Central no se conformaba con el empate porque, con muy poco, había sido más que su adversario. En el primer tiempo tuvo una clarísima que hizo lucir y revolcar a Luciano Pocrnjic en dos oportunidades.

Foto: Franco Trovato Fuoco.
Foto: Franco Trovato Fuoco.

Antes hubo un tiro libre de Washington Camacho que obligó al arquero a estirarse para impedir la caída en su arco. El uruguayo también lo tuvo cuando encontró una pelota cruzada que envió José Luis Fernández, pero le faltó puntería.

En ese lamento por ser Newell’s el dueño de la última bocha de la tarde, el mundo auriazul también habrá pensado que su rival de toda la vida jamás se preocupó por llevarse los tres puntos del Gigante. Y si los quería, no pareció. La Lepra hizo de Sebastián Sosa un espectador de lujo en los 90’ y la redonda no le duraba un mínimo instante en los pies.

Foto: Franco Trovato Fuoco.
Foto: Franco Trovato Fuoco.

En el complemento, el dueño de casa siguió igual, manejando el balón a su gusto, pero sin llevar riesgo a Pocrnjic. Eduardo Coudet sumó gente al ataque sin tocar a los delanteros que habían estado desde el arranque, pero la acumulación de jugadores arriba no le dio resultado.

Es córner, es la última jugada. La Fiera lanza la pelota al área y es devuelta de cabeza por su compañero Mauro Formica, quien extrañamente no le apunta al arco. Cabeza en alto, ojos bien abiertos, y a cobrar. Y a festejar.

Foto: Andrés Macera.
Foto: Andrés Macera.

Los abrazos en el gol y después del pitazo final, tanto en el campo de juego como en algún bar o en sus casas, son una muestra clara del desahogo que significó para el mundo leproso ponerle fin a una racha de diez clásicos sin sonreír.

Foto: Franco Trovato Fuoco.
Foto: Franco Trovato Fuoco.
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