Ilustración: Facundo Vitiello.
Ilustración: Facundo Vitiello.

Yo no sé, no. Pedro me contaba el otro día que había tenido como una especie de sueño fantástico sobre el barrio. Aunque por momentos pensaba que se iba a volver pesadilla, porque estaba todo oscuro y él cruzaba todo el barrio por un gran callejón. Hasta que de pronto se le empezaban a presentar todas las personas que en algún momento habían pasado por su su vida y que se llamaban Miguel.

El primero que se le apareció fue Miguel Ángel, uno que terminó la primaria con él y con el que se encontró apenas recuperada la democracia. Ese Miguel le contó –un poco emocionado por el reencuentro– que había hecho el servicio militar en la Escuela de Mecánica de la Armada, pero en un momento se puso a temblar y no le pudo decir lo que vio, porque el recuerdo lo tenía aterrado.

Después se apareció en el sueño ese Miguel que trabajaba en las alturas, haciendo un laburo que te la regalo, arreglando silos y todo eso. También estaba Miguel el gracioso, el pelado. Y Pedro pensó que podría haber pasado el Miguel Ángel pintor, y dibujar esos duendes que alguna vez tuvo el barrio y que ahora están ausentes.

Un poco más acá, estaba Miguel Aquino, un gran organizador de comisiones directivas que siempre la peleó para todos, oriundo de ese pueblito llamado Romang. Luego apareció Miguel, ese que discutía siempre sobre los mediocampos y para ver quién era el mejor volante derecho, el mejor 8. Algunos decían que era Miguel Ángel Bustos, el Porra, que la descosía en Central, aunque a veces don Ángel lo hacía jugar de 4. Otros decían el Negro Montes, el de Newell’s. Pero este Miguel aseguraba que Brindisi era lo mejor que había visto. En Huracán y cuando pasó por Boca.

También se le presentaron en el sueño unos miguelitos desparramados por el callejón. No estaban tan desparramados, en realidad estaban a un costadito como diciendo «nosotros también formamos parte de la historia del barrio», porque los trabajadores de Acindar y los del cordón de Ovidio Lagos al fondo, cuando tuvieron que ir a zapatear y por las buenas no conseguían nada, salieron a marcar presencia con los miguelitos.

Ahora, dice Pedro, estos, los del gobierno, se pusieron un 8 como calificación, pero no tienen idea lo que es un 8. Un 8, si tiene buen manejo de pelota, te desborda, porque enfrente seguro tiene un zurdo flojito para la marca. Y si encima tiene marca, ayuda al 5. Y si sabe retroceder, se puede parar de 4 y salir jugando. ¿Estos se ponen un 8 en la espalda? ¿Estos que vienen retrocediendo y dejando a la gente afuera? ¿Estos que están haciendo un ajuste que ni colgándote del travesaño evitás la goleada? Estos no tienen ni idea de lo que es un 8, dice Pedro ya confundiendo todo, y pide que ojalá aparezcan unos 8 que le den una mano al 5 y sepan tirar la diagonal perfecta como la que hacía el tucumano Chazarreta en Arroyito, sorprendiendo a todos. Porque si no aparecen los 8, o alguno de esos Miguel que se ponen el equipo al hombro, van a tener q aparecer los miguelitos, dice Pedro, van a tener que aparecer los miguelitos.

Fuente: El Eslabón

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