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La inventada, operada y sobreactuada “polémica” por el festival que los espacios culturales de rosario organizaron el jueves pasado para pedir el tratamiento de una normativa que los incluya y los promueva, deja ver un debate mucho más de fondo que la derecha política y mediática intenta imponer: que el problema de Rosario es “el descontrol”. No la profunda desigualdad reinante donde conviven las torres de alta gama, los Audis y los BMWs con cientos de asentamientos irregulares. No la violencia que se lleva todos los días a víctimas inocentes. No la falta de servicios básicos en los barrios y la deficiencia de los mismos en el resto de la ciudad. No el dolor, la exclusión y la muerte. No, “el descontrol” es el problema principal de la ciudad que lidera los índices de desocupación y homicidios. Y ese “descontrol” se expresa donde ellos quieren y de manera selecta. Puede ser desde “trapitos que extorsionan a la gente en boliches”, hasta vendedores ambulantes que no tienen otra forma de subsistencia, pasando por maratones y eventos que molestan a “los vecinos de las costa” y (por supuesto) recitales de rock que provocan ruidos molestos.

La derecha rosarina quiere construir un derecho inalienable que no puede ser vulnerado por ningún otro: “la tranquilidad de los vecinos”. Así, en general, un planteo muy abstracto que siempre se vuelve muy concreto a la hora de señalar de qué vecinos y de qué “ruidos molestos” se trata.

Es imposible siquiera ponerse a debatir en los términos que ellos proponen. El objetivo que persiguen es correr cada vez más el límite de lo permitido. La idea del “recital ilegal” y la escandalización porque una protesta frente al Concejo “no tenía autorización” revela que lo que molesta no son los ruidos o una fuerza política en particular que viene recibiendo todo tipo de ataques, ya que era claro que el recital no fue organizado por Ciudad Futura sino por muchos espacios culturales y fuerzas políticas. Lo que molesta en esta ciudad es la disidencia. Lo que molesta son las voces que quieren decir algo distinto.

Tener que decir que una protesta frente al Concejo no requiere de ningún tipo de autorización es una obviedad. Decir que ni siquiera se estaba cortando una calle y, por ende, no “molestaba” a nadie, se asemeja, a esta altura, a un chiste. Pero parece que hay sectores que no toleran ya ni eso.

Si se corta una calle, molesta; si se moviliza por la ciudad, molesta; si se hace un acampe, molesta. Si se hace un recital, molesta.
A ellos todo le molesta.

¿Qué más tienen que hacer los espacios culturales para ser escuchados? ¿Que mecanismo más institucional, pacífico y respetuoso existe para que un proyecto sea tratado en el Concejo? El ECUR tuvo la capacidad, ante un problema que tenían (no tener una figura legal que los ampare), de proponer una solución legal. Proponer y llevar al Concejo un marco normativo similar al de, por ejemplo, Capital Federal (que el gobierno de Macri aprobó). Respetaron dos años enteros su trámite legislativo, el tiempo de las instituciones y de los concejales. Ahora, cuando sólo quedan 2 sesiones, osaron ir hasta la puerta de esa institución a recordarle a los ediles que el tema tiene que ser tratado antes de fin de año. #AhoraONunca fue el lema. Y lo hicieron como saben hacerlo, como artistas y espacios culturales que son. Con un recital en la puerta. Insisto, ¿qué más institucional, pacífico y democrático que este proceso de 2 largos años? Pero no. La derecha política y mediática les respondió con un brutal y desmesurado ataque y estigmatización. El mensaje es “en Rosario esto tampoco se tolera”.

Imaginemos que si esta solicitud, así formulada, con una propuesta legislativa seria, es tratada de esa manera, ¿Qué queda para otros sectores sociales que no tienen ni estos tiempos ni esta capacidad de organización? ¿Para los que tienen problemas mucho más graves y urgentes y no tienen ni los tiempos para esperar ni la capacidad de generar un proyecto legislativo? ¿Cómo tienen que reclamar estos sectores si la política nos les da respuestas? ¿Cómo hace el que no está de acuerdo, el disidente, para expresarse en una ciudad que ya no tolera nada? ¿Cómo hacemos los que no estamos de acuerdo?

“Formen un partido político y preséntense a elecciones” nos dijeron una vez. Eso hicimos nosotros y acá estamos. Y recibimos fuertes embates a lo largo del año por intentar construir en Rosario una voz de los que no estamos de acuerdo y queremos otra cosa.

Lo peligroso es que ellos están corriendo el límite cada vez más acá. Y eso es la intolerancia.

En la ciudad de los intolerantes, no importan los hechos, la verdad, las razones, los motivos, lo justo. En la ciudad de los intolerantes basta que una fuerza política (Cambiemos, comandada por la presidenta del Concejo Daniela León) y una fuerza mediática liderada por Canal 3 y La Capital digan “vamos contra estos” y van. No importa, insisto, la verdad, no importan las razones.

Siempre encontrarán una excusa, un resquicio y siempre encontrarán a alguno que esté dispuesto a hacer el trabajo sucio. La ciudad que queremos es todo lo contrario a la ciudad de los intolerantes. Seguiremos en el desafío de poder construirla aquí y ahora con todos los que no se dejen condicionar por el poder.

Como dice un viejo tema de los inicios del rock nacional:
“Los intolerantes no entendieron nada,
ellos decían guerra,
yo decía no gracias.
Amar a la patria bien nos exigieron,
si ellos son la patria, yo soy extranjero”

Hay otra patria, hay otra ciudad. Está en nosotros que florezca ante tanta mezquindad.
Ellos tienen el poder de los medios, nosotros #ElPoderDeLaGenteComún y las redes.
Ayudame a difundir esta idea. Porque esta es, fue y será nuestra única arma: la palabra.
Compartí, opiná, viralizá. Esto lo hacemos entre todos o no lo hace nadie.
* Concejal de Rosario. Bloque Ciudad Futura

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