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Foto: Movimiento Unidos por los Barrios.

Villa Tunari es una población de no más de cuatro mil habitantes, ubicada en plena selva tropical boliviana. El pueblo está en el departamento de Cochabamba, que vio surgir como dirigente sindical y político al presidente Evo Morales. En las calles de Tunari, los pobladores sintetizan esa historia: “Aquí nació el Evo”. Y dejan en claro que esa pequeña localidad ya está acostumbrada a las gestas. Con esa naturalidad, la población respondió a los más de dos mil jóvenes de Latinoamérica que se encontraron allí el 2 y 3 de diciembre para formar parte de la 2ª Cumbre Mundial de Juventudes Antiimperialistas. Una vez terminado el evento, todos y todas coincidieron: tan importante como el debate fue la posibilidad de encontrarse. La convivencia durante dos días con jóvenes de todo el mundo aportó en la misma medida que el intercambio de ideas y experiencias. Villa Tunari, un pueblo de unas pocas avenidas y muchos colores, fue testigo de dos jornadas en las que los lazos políticos, sociales y solidarios se pusieron en práctica todos los días: en la calle o en los establecimientos donde se hospedaron las delegaciones, a la hora de comer, de jugar al fútbol, compartir un taxi, bailar unas cumbias y hacer chistes. “¡Nosotros jamás retrocedemos, compañero!”, se escuchó gritar un mediodía en la fila por el almuerzo, como respuesta a las quejas de que algunos se estaban colando. Las risas aplacaron cualquier posible conflicto, y hubo comida y lugar garantizado a todos. Esa misma noche, las palmas que acompañaron los tradicionales ritmos de baile fueron de la mano de vitoreos convencidos a Evo, Fidel Castro y Hugo Chávez. Allí, en los procesos revolucionarios de los últimos años y la alegría de estar siendo parte de la Cumbre, estuvieron puestas las pasiones de los pibes y pibas de la Patria Grande.

El Presidente acata

Alejandro Pintos, uno de los organizadores de la Cumbre, aseguró que los participantes fueron más de dos mil. “Se habían estipulado 1400 personas, pero ese número se sobrepasó, y con eso el tema de las habitaciones, la alimentación. Nos movió el tema logístico. Tuvimos que hacer malabares y trabajar hasta altas horas de la noche, pero estamos muy contentos. Fue un éxito”, contó. La Cumbre de Juventudes Antiimperialistas estuvo conformada por jóvenes de los nueve departamentos de Bolivia y delegados llegados de Argentina, Paraguay, Chile, Perú, Panamá, Costa Rica, Brasil y Uruguay. Pintos también contabilizó a un joven alemán que pudo verse curioso y feliz entre la multitud.

“Este evento fue iniciativa de las juventudes de Bolivia a partir de la necesidad de ver lo que pasa en Latinoamérica y el mundo. Lo consultamos con el presidente y él dio el visto bueno, vio la necesidad de este encuentro”, explicó Pintos. Un detalle no menor –señaló el organizador– es que el evento no tuvo recursos del Estado. Todo fue aportado por organizaciones sociales y políticas, federaciones de cocaleros, etcétera.

El último día de la Cumbre, Pintos rescató el rol del Estado boliviano frente a estas actividades: “El presidente acata la propuesta de la plenaria y lo aplica. El presidente cumple, respeta y lo manda a ministerios para que lo plasmen. Estas experiencias tienen que ser acatadas por nuestros mandatarios”.

Un poncho fuerte

La delegación argentina llegó a Villa Tunari en un colectivo repleto de jóvenes. En total, 62: 31 mujeres y 35 hombres; representando a 15 organizaciones sindicales, políticas, sociales y movimientos barriales y culturales de Rosario, Santa Fe, Rafaela y Resistencia (Chaco). La delegación que representó al país estuvo impulsada por el cónsul de Bolivia en la región, Sixto Valdez. Antes de que el colectivo parta al país vecino, Valdez encomendó a las juventudes aprovechar la instancia del viaje y del encuentro para fortalecer lazos. Y en ese sentido, invitó a pensar en el poncho boliviano y tejer uno bien fuerte contra cualquier inclemencia. También resaltó el espíritu de la Whipala: pensar en la diversidad, en este caso de agrupaciones, edades y experiencias, para enriquecerse colectivamente. Los jóvenes acataron. No hay forma de no hacerlo frente a experiencias como estas.

La Cumbre empezó el viernes. Las delegaciones comenzaron a encontrarse y conocerse esa mañana, en el auditorio de Villa Tunari. Una sensación invadió el ambiente: además de todo, la Cumbre sería un fuerte homenaje a Fidel Castro. Las canciones y los gritos de consignas irrumpieron el murmullo permanente del lugar. El silenció se concretó para cantar y escuchar el himno nacional y luego al presidente Evo Morales Ayma.

Evo llegó al auditorio de Villa Tunari en auto y con una protección imperceptible. Muchos jóvenes lo esperaron en la puerta para entregarle presentes y sacarse fotos con él, y no hubo ninguna dificultad para ser escuchado y bien recibido por el presidente del Estado Plurinacional de Bolivia. Morales se sentó en el escenario y escuchó con atención a cada exponente. Luego, fue su turno. En el discurso de bienvenida contó sus primeros pasos como dirigente político y sindical en la región de Villa Tunari, cuya primera batalla fue contra la base militar estadounidense que desde el corazón de Cochabamba había instaurado el narcotráfico. “Aquí mandaba Estados Unidos con sus bases militares y la DEA. Hoy ya no hay más bases militares en todo el territorio de Bolivia”.

El Presidente llamó a reforzar el reclamo y la defensa por la soberanía latinoamericana de las Islas Malvinas, la salida al mar de Bolivia y el fin del bloqueo económico contra Cuba, “el más solidario de los pueblos del mundo”. También recordó a Néstor Kirchner, a Hugo Chávez y a Lula, y reivindicó la integración de los países de la región contra el Alca y la Alianza del Pacífico.

Evo Morales estableció, además, que “el peor enemigo de la humanidad es el capitalismo y los mandatos imperiales”. Y llamó a resolver primero los problemas al interior de los procesos de emancipación, progresistas y revolucionarios de toda la América Latina. El mandatario enumeró: “Problemáticas como la envidia, la codicia y la ambición. La juventud es para compartir y consensuar, no para generar divisiones ni pandillas. Nos perjudica el sectarismo. La juventud debe ser un imán, hay que recuperar al compañero», señaló.

Anunció ahí mismo que no iba a estar en el cierre de la Cumbre. La agenda había cambiado con la muerte de Fidel Castro. Sin embargo, dejó una tarea para todos los asistentes: elaborar un documento con diez mandatos que justifiquen la lucha de los jóvenes contra el imperialismo, para llevarlos a Cuba y leerlos, como tributo de todos y todas, a Fidel.

Los impulsos para debatir, reflexionar y recargar pilas para la militancia en casa, se renovaron permanentemente durante los dos días de la Cumbre. Tal vez, el pedido de Evo y su discurso fueron los principales motores, pero no hay que desestimar lo que siguió, que fue la construcción de ese documento para Fidel en seis mesas de trabajo y debate simultáneas. El cierre fue el sábado. Por un lado, con un acto formal y la exposición de resoluciones. Por el otro, con abrazos, intercambio de números de teléfono y correos, más la convicción de que en un año todas esas caras se volverán a encontrar en una tercera Cumbre.

Fuente: El Eslabón

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