Foto de arhivo: FOTO: DyN.
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A 15 años del estallido de 2001, aquel frustrado gobierno de De la Rúa y el actual de Macri muestran parecidos y diferencias. La principal afinidad entre ambas gestiones es el plan económico: ajuste, recesión y endeudamiento externo. La situación social vuelve a ser tema de preocupación.

Los gobiernos del ingeniero Mauricio Macri y el abogado Fernando de la Rúa se proyectan en espejo, con sus diferencias, sus particularidades, sus contextos: se parecen y no tanto. A quince años del estallido social de diciembre de 2001, la actual gestión encabezada por el ex presidente de Boca Juniors tiene algunos puntos de convergencia con aquel convulsionado y breve paso por la Casa Rosada que protagonizó el dirigente de la Unión Cívica Radical, que a dos años y diez días de haber asumido el poder terminó renunciando en medio de una profunda crisis política, protestas callejeras y una feroz represión policial que dejó más de treinta muertos en todo el país.

La neoalianza entre el PRO y la UCR (Cambiemos) y la vieja Alianza delarruista, ambos frentes políticos con perfil de derecha y no peronistas, llevan y llevaron a la práctica una ideología anclada en un modelo económico ortodoxo y conservador, que sigue a pie juntillas los dictados del mundo de las finanzas internacionales.

El plan económico que desde hace un año despliega el macrismo en la Argentina se basa, como el de De la Rúa, en un elevado nivel de endeudamiento externo con fuga de capitales. Antes Blindaje y Megacanje, hoy acuerdo con los fondos buitre. También coinciden el disciplinamiento laboral por medio de la contracción del poder adquisitivo de los salarios y la destrucción del empleo, la transferencia de recursos de las clases populares a los sectores más acomodados de la pirámide social, debilitamiento del mercado interno, apertura económica y desindustrialización.

Esto genera desigualdad y pobreza, como en 2001. Si bien todavía no se alcanzaron los alarmantes niveles de deterioro del tejido social como a comienzos del tercer milenio, al momento de la cena volvió el mate cocido con pan a los hogares más humildes, y los comedores escolares y comunitarios tuvieron que incrementar sus raciones de comida. Y más: el Congreso votó hace pocas semanas la emergencia social.

Como balance de la administración Macri, todos los indicadores económicos dan negativo y el desempleo alcanzó los dos dígitos en los principales cordones industriales del país, como el Gran Rosario. Con De la Rúa no había inflación (convertibilidad, un peso igual a un dólar), pero el aparato productivo estaba devastado. Macri duplicó la inflación que dejó el gobierno kirchnerista y la llevó al 40 por ciento anual, en un contexto de caída de la actividad económica.

En ambos gobiernos aparece la “pesada herencia”. Sin embargo, el gobierno de De la Rúa fue de continuidad, pese a ser más aburrido que el mandatario riojano y no manejar una Ferrari. Chupete siguió con los mismos lineamientos de la política económica que su antecesor y profundizó la crisis que dejó el menemismo.

En cambio, el gobierno de Macri es de ruptura, llegó para restaurar un modelo de país que se aleja de las premisas que guiaron a los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, como la cultura del trabajo y la inclusión social. Macri le imprimió a su gobierno un giro de 180 grados: megadevaluación, quita de retenciones a los granos, tarifazos, supresión de controles cambiarios y comerciales, apertura importadora.

De la Rúa tomó deuda cuando el país estaba endeudado hasta la coronilla y cayó en default (dejó de pagar la deuda externa). Macri toma deuda a un ritmo acelerado pero después de una política de desendeudamiento, con un bajo nivel en la relación deuda-PBI. Con De la Rúa no había un mango partido al medio, como se suele decir en la calle.

Con Macri, en su primer año de gobierno, creció la pobreza, aunque hay vastos sectores de la población, a los que “les hicieron creer” que se podían comprar el auto o el split, que hoy en pleno retroceso todavía respiran gracias al ascenso social que experimentaron en lo que el kirchnerismo llamó la década ganada.

Hoy, como en 2001, el Fondo Monetario Internacional cobra protagonismo en la agenda política. El organismo volverá a auditar la economía argentina y ya da recomendaciones bastante parecidas a las que le dictaba a la Alianza delarruista (déficit cero), como aumentar la edad de jubilación de las mujeres y reducir la movilidad jubilatoria, aumentos por ley consagrados durante el gobierno de Cristina Kirchner. El FMI reclama ajuste y Macri concede como parte de la estrategia de regreso a los mercados, de “volver al mundo”, vistes. Estas políticas desembocan sí o sí en una recesión económica, en 2001, en 2016 y en cualquier otro momento y lugar.   

El plan que mostró el ahora ex ministro de Hacienda Alfonso Prat Gay se parece bastante al que entre 1999 y 2001 ejecutaron los ministros de Economía José Luis Machinea y Domingo Cavallo, el “señor convertibilidad” que cree merecer un monumento. Cavallo fue ministro de Menem, había estado en la última etapa de la dictadura, auspició las privatizaciones de empresas estatales, destruyó la industria nacional y congeló ahorros (corralito bancario), medida que sazonó el malhumor social y aceleró la caída del gobierno de la Alianza. Hoy, De la Rúa y Cavallo elogian las políticas de Macri y a su equipo de CEOs.

En la Alianza, el radicalismo estuvo al frente del gobierno, en Cambiemos es copiloto. De la Rúa se llevó mal con la CGT, dinamitó puentes con el peronismo y apenas pudo tejer una débil sociedad con el Frepaso, donde había militantes peronistas que enseguida se abrieron del gobierno, sobre todo tras la salida del vicepresidente Carlos Chacho Álvarez. Macri dialoga con la CGT y se lleva bien con el peronismo no kirchnerista.

El domingo 14 de octubre del año 2001 se celebraron elecciones legislativas en la Argentina. Aquella vez ganó por goleada el voto bronca (en blanco o nulo), en una clara manifestación de descontento popular con el gobierno de De la Rúa y la clase política en general expresada en el “que se vayan todos”.

El 2001 fue un punto de quiebre en la historia argentina y aquellas manifestaciones callejeras, con amplia participación juvenil, fueron hechos políticos relevantes que mutaron con el paso del tiempo. La política partidaria se fue revitalizando durante el kirchnerismo y los jóvenes tuvieron y tienen un rol activo en ella. En 2017, el año nuevo, habrá comicios legislativos. Veremos cómo le va a Macri en el primer test electoral que pondrá a prueba la aceptación o el rechazo que genera su gobierno.

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