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Los distintos espacios que impulsan economía social y popular coinciden en que el 2016 implicó un crecimiento político para el sector. La coyuntura política y económica empujó a que existan nuevos productores y consumidores.

Ambiguo. A doble banda. De crisis y fortalecimiento. Los conceptos son varios pero van en la misma línea, tratando de describir el balance de fin de año que hacen distintos espacios locales que impulsan la economía social, popular y solidaria. Los referentes del Mercado Popular, la Misión Antiinflación, la cooperativa Mercado Solidario y el Movimiento de Trabajadores Excluídos, en el que están organizados los cartoneros, analizaron este fin de año tras doce meses de políticas neoliberales. Las conclusiones se asemejan: en época de crisis, las alternativas son un refugio. Los productores, pequeños emprendedores y cooperativas crecen, así como también aparece un nuevo abanico de consumidores en busca de otros precios, pero también de un consumo político y responsable. A eso se le suma el crecimiento en los niveles de organización que el propio contexto macropolítico y económico demanda.

Roberto García, de la cooperativa Mercado Solidario, realizó dos tipos de análisis: un balance en términos económicos y sociales, y otro político. “Nuestras economías tienen cierta autonomía, están basadas en los intercambios y el autoconsumo, y por eso una parte se autosustenta, pero otra está abierta al consumo general y queda sujeta a los vaivenes”, explicó. Y en ese sentido, los espacios de consumo de los que forma parte la cooperativa, se enfrentan a dos tipos de consumidores: las personas fidelizadas y el consumidor disputado por el mercado formal. “Lo que vemos es que hay una retracción, que evidentemente hay recesión en términos macroeconómicos. En los espacios de consumo organizado no se siente tanto, pero en el Almacén las 3 Ecologías, que es abierto, las ventas cayeron un 50 por ciento”. Roberto García fue contundente. “La gente no tiene guita”. Liso y llano, por si no había quedado claro.

Pero siempre hay un pero. Y García lo señaló. La otra cara de la moneda es que las construcciones políticas fueron positivas. El trabajo con otras organizaciones, el aumento de cantidad de ferias, el uso de la creatividad para generar más vínculos y dar respuestas a más organizaciones que quieran sumarse, todo forma parte de un mismo combo. “Cuando no se depende de las reglas objetivas del Estado, sino de construcciones intersubjetivas, nada desaparece. El año termina siendo muy movido y de muchos logros”.

Celcio Moliné, referente del Mercado Popular que funciona en La Toma habló en la misma línea. “Lo positivo es poder consolidarse”, rescató, para después aclarar: “También está lo otro”. Lo otro es el contexto social y macroeconómico del país. “La capacidad de consumo es menor, y lo sentimos. Así como se mantiene la gente que viene, esa gente lleva menos cosas”. Moliné hizo hincapié en que el Mercado pudo asentarse, generar expectativa en nuevos productores, incrementar la oferta –al punto de ya no tener más espacio para recibir otros productos– y sostener un buen promedio de ventas. El cálculo indica que, en promedio, unas 400 personas pasan por el Mercado cada día, de las cuales unas ciento cincuenta son clientes fieles. “Este asentamiento nos permite pensar en que podemos seguir y tener expectativa de crecimiento. Tenemos que ser astutos, tener una oferta variada y poder asentar la idea de comercio justo: que hay una cadena justa independientemente de si es más caro o barato”. Y en ese sentido, las expectativas para el año que comienza son claras: buscar nuevas herramientas, atraer más gente, y sostener y acrecentar la confianza en el comercio justo.

El Mercado Popular nació y es parte de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (Ctep). De esa manera, la lectura y balance que puede hacerse es también a nivel nacional. El broche de oro de 2016 estuvo en la aprobación de la ley de Emergencia Social. “El avance es enorme”, consideró Moliné. “Es el reconocimiento del Estado de que existimos. La ley y el año en general significaron un nacimiento para los trabajadores de la economía popular. La Emergencia Social es una ley que nació de las bases, y significa el gran salto para consolidarnos como sector de la economía”.

“El desafío estuvo en tratar que la coyuntura no nos coma. La apuesta a la Ley de Emergencia Social tuvo que ver con eso: que las reivindicaciones vayan más allá de la olla popular”, sostuvo por su parte Victoria Clerici, miembro del Movimiento de Trabajadores Excluidos, que también forma parte de la Ctep. “Sin ser pedantes ni futuristas, nuestro primer diagnóstico sobre este gobierno fue acertado. Planteábamos que las políticas que se venían con el macrismo eran de ajuste, que eso iba a acrecentar y encarecer el sector de la economía popular. Acertar nos permitió crecer en organización y ser ofensivos en los reclamos, frente a los que pudimos plantarnos junto a los sindicatos y otras organizaciones como actores importantes. Fue positivo que nuestra política no haya sido retrotraernos a las necesidades primarias, sino ir a lo reivindicativo. Forjar identidad es fundamental”.

El Movimiento de Trabajadores Excluidos nuclea a los cartoneros organizados, sector que este año no paró de crecer. “La realidad es que, en este sistema, hay un sector que nunca va a entrar. Pero sí hay oleadas. Según las políticas coyunturales, ese sector decrece o crece. Este año se expulsó a muchos trabajadores de la economía formal. Hay menos gente que consume y eso se traslada a las ferias y también a la basura. Los recolectores juntan cada vez menos. Se nota y se encarece el sector. Y se suma que los compañeros que laburan tienen mayor competencia en la calle y sus necesidades crecen con la falta de trabajo”.

La Misión Antiinflación fue otra de las alternativas económicas que creció este año. El sistema de compra colectiva, impulsado por Ciudad Futura, ya había duplicado en mayo la cantidad de consumidores que forman parte del mismo. “El crecimiento fue muy rápido y muy grande”, consideró Nicolás Cardarelli, miembro de la Misión. “El proceso de inflación llevó a buscar alternativas a los supermercados, alternativas para llegar a fin de mes. Eso implicó otra organización para los consumidores y productores”. El partido Ciudad Futura también cuenta con un proyecto de fortalecimiento productivo, llamado Impulsar, que gestiona desde 2012 microcréditos para emprendimientos autogestivos. En total, ya se han financiado más de 200 proyectos. Y en 2016, fueron 83 los que recibieron microcréditos entre refinanciamientos y nuevos partícipes. “Estas coyunturas económicas de crisis y ajuste hacen emerger formas alternativas de producción y organización, y de ganarse la vida. Este año se amplificó notablemente el sujeto con el que trabajamos. Sin dudas, este año tuvimos un impulso e intensidad mucho más grande”.

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