Foto: Manuel Costa.
Foto: Manuel Costa.

El busto de Néstor Kirchner será, finalmente, emplazado en las Cuatro Plazas. Freddy Sciarratta, uno de sus autores, celebró la conquista y recorrió la historia de una obra que también es historia de militancia.

El 22 de diciembre, en su última sesión del año, el Concejo Municipal decidió por amplia mayoría, y rechazo del Pro y del radical Jorge Boasso, autorizar el emplazamiento definitivo del busto del expresidente Néstor Kirchner en la ochava noroeste de las Cuatro Plazas de Mendoza y Provincias Unidas. Todo indica que eso ocurrirá el 18 de febrero próximo y así se concretará el proyecto de los concejales del Frente para la Victoria.

El Pro, capitaneado por Carlos Cardozo, intentó obstaculizar el proyecto como si se tratara de la madre de las batallas; bah, una de sus tantas cruzadas como las emprendidas, por caso, contra los cuidacoches o el descanso dominical. Tal oposición resultaba un tanto absurda para una ciudad que entre sus arterias principales tiene a Balcarce, que incendió a Rosario a principios del siglo XIX, y Roca, que masacró a los indios del sur; y que hasta no hace mucho su autopista a Buenos Aires llevaba el oprobioso nombre del fusilador Pedro Eugenio Aramburu. Se trata de una batalla simbólica –pero batalla al fin– ganada a tanta ferocidad desplegada para quitar todo vestigio de un proceso político de doce años, legitimado por el voto popular en tres elecciones presidenciales.

Ahora, el busto de Kirchner se asentará sobre las Cuatro Plazas, donde el 29 de octubre último ya había permanecido durante unas cuantas horas, cuando se realizó un homenaje con motivo de los seis años de su fallecimiento. Fue, según los organizadores, “un acto de desagravio, necesario frente a los ataques de quienes en lugar de dar las respuestas que tienen que dar desde el gobierno, se dedican a la mentira, la injuria, la persecución”.

En el amanecer de ese día, Freddy Sciarratta, su autor más visible –porque él asume el carácter colectivo de la obra como parte del grupo cultural El Movimiento– cargó en una chata la escultura en la que había trabajado durante meses y, junto a unos compañeros, la asentaron sobre un pedestal. La mantuvieron cubierta hasta las siete de la tarde, cuando se inauguró. “Fue muy emotivo. Había gente que lloraba”, recuerda. La escultura permaneció hasta entrada la medianoche y, luego, el hombre la regresó a su taller de Iriondo al 400, donde se dedica además a tareas de cartelería, que son su medio de vida.

Por aquellos días en que se pretendió montar una vana polémica, parecía que el busto no iba a tener un lugar fijo y Sciarratta se planteaba la posibilidad de que fuera itinerante, que recorriera los barrios, que estuviese en distintos actos y que en su base se fueran colocando placas evocando cada uno de los eventos y las agrupaciones que habían participado. Sin embargo, el Concejo aprobó el proyecto y ahora el artista está dando los últimos retoques de cara al 18 de febrero.

El Movimiento y la creación colectiva

“¿Te animás a hacer un Néstor?”, le preguntó a principios de año Matías Fernández, dirigente de La Cámpora, a Sciarratta, quien aceptó el desafío. Él ya había hecho otras dos esculturas del ex presidente y una de Perón; pero además desde hacía rato venía pintando murales con imágenes de Kirchner y de otros dirigentes políticos, como parte de la actividad de El Movimiento, una agrupación de artistas creada en 2006 –según Freddy– de fuerte impronta “antiimperialista, latinoamericanista”.

Entre las intervenciones más destacadas de El Movimiento está el mural en homenaje a los cincuenta años de la Revolución Cubana, realizado en La Habana, hasta donde Freddy y su compañero Lisandro López llegaron luego de trajinar por todo el continente a bordo de su moto “Perla Negra”. El viaje tuvo, además del mural, otros hitos como un encuentro con el mandatario ecuatoriano, Rafael Correa, y el obsequio en Cuba a la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner de una bandera con la leyenda sanmartiniana “Seamos libres y lo demás no importa nada”

Desde el primer aniversario de la partida de Kirchner, cada 27 de octubre, El Movimiento da luz a obras que rescatan su figura. En aquella ocasión inaugural dejaron su testimonio artístico en Salta, Jujuy, Catamarca, San Juan y Entre Ríos, en un raid a bordo de un estoico Renault Clio de Sciarratta. Los años siguientes siguieron pariendo obras, entre las que sobresale el mural en Granadero Baigorria –ahora tapado–, donde se recreó el momento en que Kirchner ordena al jefe del Ejército que baje los cuadros de los dictadores. “Es imposible negar a Néstor con todo lo que hizo”, afirma Freddy, quien junto a El Movimiento rescata la participación de jóvenes del área de Cultura de La Cámpora en la escultura del exmandatario, lo que hace que insista en reconocer a la obra como una creación colectiva.

Para su concepción, Freddy tomó como referencia principal la estatua de Kirchner que está en Ecuador, donde se lo ve saludando con su brazo izquierdo extendido y una corbata rebelde escapándose de la camisa. Como en sus otras esculturas y en los murales, el artista lo mostró sonriente, porque –dice– “quise transmitir su imagen humana, simpática” y le gustó replicar el movimiento de la corbata, donde se conjugan ese rasgo informal de Kirchner con una alegoría al “viento patagónico, que es esa fuerza que tuvo cuando llegó a la Presidencia”.

“Estoy recontento”, confiesa Sciarratta y, como se verá, son muchas las razones para que la alegría se le escape por los poros. No es un dato menor que el busto se asentará en su barrio de la infancia, cerquita de su escuela primaria.

Honrar treinta años de militancia

Hasta aquí los datos que surgen de los protagonistas. Cabe, sin embargo, ceder un espacio razonable a las especulaciones y pensar que Sciarratta empezó a modelar a Néstor hacer ya más de treinta años. O que soñó su figura. Era el 83, 84 y en las paredes de Rosario se reclamaba por la muerte de los dirigentes Osvaldo Cambiasso y Eduardo Pereyra Rossi; y él junto, a sus hermanos adolescentes, que poco y nada sabían de política, sintieron la necesidad de militar y llegaron a las puertas del local del entonces Peronismo Revolucionario (PR). De la charla con sus referentes surgió la decisión de sumarse a la UES y, a partir de ahí, no dejaron nunca la actividad ni resignaron las banderas históricas de sus antecesores del 45, de la Resistencia y de los 70. Inclusive, la vida los llevó a residir en Río Gallegos cuando Néstor era intendente y en esas tierras adhirieron fervientemente a su gestión, al punto de que años más tarde –ya de vuelta en Rosario– enterados de su postulación a la Presidencia se sumaron al kirchnerismo.

“Cuando Néstor asume empieza a cumplir con toda las cosas por las que peleábamos desde chiquitos. Yo milité toda la vida y me sentí recontra representado por su gobierno y el de Cristina, por la política de derechos humanos, por la distribución de la riqueza…”, dirá y seguirá enumerando logros y evocando viejas luchas de la UES rosarina.

Entonces, es razonable pensar que esos ideales de la primera juventud, a las que no renunció ya de grande, tomaron cuerpo en un presidente; y que, bueno, él después lo ha moldeado en resina poliéster, fibra de vidrio y marmolina para que su figura siga entre la gente.

Fuente: El Eslabón.

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