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Nicolás Manzi, oriundo de Venado Tuerto pero con más de 20 años en Rosario, habla sobre su pasión por la redonda –plasmada en su primera novela Centrojás– y recomienda textos que giran en torno al más popular de los deportes.

La Bola sale a rodar en busca de relatos futboleros que hagan más soportable el verano rosarino (de 30 grados a la sombra) y macrista (de 30 pesos en el bolsillo). En esta primera entrega, charlamos con el escritor –rosarino por adopción y elección– Nicolás Manzi.

“Me gusta mucho el fútbol”, remarca de entrada quien, junto a Rafael Carlucci, y Rodrigo Castillo, fundó hace unos cuantos años la editorial El ombú bonsai, y admite: “De chico jugué bastante, en las infantiles, pero me ponían de defensor pese a que yo quería jugar arriba. No tenía mucho talento, pero siempre me apasionó. Verlo y jugarlo”.

La ciudad de la pelota

A los 18 años, Nicolás dejó su Venado Tuerto natal para estudiar Letras en la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario, ciudad en la que su pasión por el fútbol cobró una dimensión hasta entonces desconocida. “En Venado se vive distinto que acá”, dirá.

Manzi –que después de graduarse comenzó a trabajar como corrector de la editorial de la UNR y organizó Jornadas de Literatura Rosarina– explica que en la localidad situada bien al sur de la provincia, “el hecho de no tener un equipo de trascendencia nacional, hace que la mayoría sea hincha de un equipo de Buenos Aires: de Boca, River, Independiente, etc.”, pero remarca: “Yo, en cambio, por haber jugado en el club Centenario de mi ciudad natal, que tiene los mismos colores, y por influencia del padre de un amigo, cuando llegué a Rosario me hice de Central. Esa fue también mi manera de vivir en esta ciudad, de identificarme con uno de los equipos de acá”.

En Venado, como en muchas localidades del país, el fútbol se sigue casi exclusivamente por televisión. “Esa distancia casi insalvable que te separa de la posibilidad de ir a un estadio de fútbol, hace que los veas y vivas de otra manera”, dice el escritor, y comenta: “Yo tenía una fascinación por los relatores. Esa es la voz que me quedó impregnada, la del tipo que narraba los sucesos que ocurrían en la cancha. Incluso en los juegos, de chico, estaba muy presente el relator”.

Puro cuento

Manzi admite que no tiene “tanta lectura” de textos futboleros. “Me vine a Rosario a estudiar Letras, y al bagaje que ya traía de lectura se le sumó la formación de la Universidad, más clásica. Por eso quizás no me sumergía en ese género que tan bien cultivaron Fontanarrosa, Sacheri y tantos otros”, indica.

Sin embargo, en sus primeros pasos como escritor, la pelota se metió por el ángulo. “El primer cuento que escribí, hace más de dos décadas, giraba en torno al gol de Maradona a Inglaterra en el Mundial de México 86”, rememora. Para Nicolás, ese desparramo de ingleses en el verde césped del estadio Azteca “es una experiencia inolvidable e inigualable para toda una generación”, y argumenta: “Todos nos acordamos hasta en qué posición estábamos sentados en el sillón cuando ocurrió esa maravilla”.

En cuanto a aquel relato, resume: “El cuento tomaba como referencia ese momento pero no contaba una historia que tuviera que ver necesariamente con el fútbol. Era sobre un hombre que volvía al lugar en el que había sufrido un accidente y en el auto, que todavía no había sido removido, seguía escuchándose el relato radial del gol de Diego”.

La novela del verano

Ni el pase de Montoya a Boca o a River, ni el conflicto salarial en la Lepra. Para Nicolás Manzi, la historia a seguir en estos calurosos días de enero es su primera novela Centrojás, que juega de local en las librerías rosarinas desde 2013.

“Todo arrancó con la palabra. Me pareció que Centrojás era un nombre perfecto para un libro. Y, sobre todo, para el libro que yo quería escribir”, repasa el autor, que “desde aquel cuento de los 18 años, no había vuelto a escribir sobre fútbol”.

“Tenía un par de ideas dando vueltas y tenía una frase, que es con la que arranca el relato, que dijo el Bambino Pons una mañana que me desperté y puse fútbol inglés: «No se la pidas al goleador»”, rememora trasladándose a la gestación de su primera novela, y continúa: “Después la historia se fue revelando sola y resulta que no hay un centrojás protagonista en el cuento. Podríamos decir que es la voz que va narrando la historia, el que lo ve todo. Como el centrojás en un equipo: es el jugador que puede ver todo desde el centro de la cancha y ordenar a sus compañeros”.

El autor de los libros de poesía Sonetos guarangos, publicado en 2004; y Minga! (limericks criollos) de 2007, cierra la idea: “Eso, en realidad, se me ocurrió cuando lo terminé de escribir. Que la voz que narra la historia del protagonista (que es un delantero), es justamente ese valor: el que puede ver toda la jugada y habitar el centro del juego”.

Contate uno

Nicolás Manzi, quien ahora trabaja en un proyecto editorial denominado Casagrande, recomienda realizar la pretemporada previa al inicio del torneo local con la lectura de El agua y el pez, de Kurt Lutman, publicado en 2015.

El venadense sostiene que el ex volante de Newell’s, y militante de derechos humanos, “está experimentando en el arte de la escritura”, y subraya: “Me parece fantástico lo que está escribiendo, por eso hay que leer ese libro”.

Además, menciona al profesor de Latín de la facultad de Humanidades de la UNR, Aldo Pricco, quien también es docente en la escuela provincial de teatro. “Es un referente en la ciudad y un fanático de Rosario Central. Tiene un ensayo escrito sobre la vinculación del teatro y el fútbol, en el que él ve, en los movimientos de los jugadores, movimientos de ejercicios teatrales”, revela Nicolás, y confiesa: “Hace tiempo que lo vengo jodiendo con que lo publiquemos, así que si lo convenzo, esa sería también una muy buena lectura”.

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