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El periodista argentino radicado en Bolivia estuvo en Rosario presentando su documental El Cártel de la Mentira, acerca del rol de los medios de comunicación opositores en la previa al referéndum boliviano.

El periodista Andrés Salari vive hace más de diez años en Bolivia. El último año y tras el caso Zapata, en el que le inventaron un hijo al presidente Evo Morales, trabajó en la realización del documental El Cártel de la Mentira. Salari busca explicar el rol político de los “medios independientes” en este caso y elevar su forma de actuar a un plano regional. El Cártel de la Mentira se proyectó el jueves pasado en el bar Distrito Siete y el director estuvo presente. En la previa, dialogó con el eslabón.

—¿Por qué elegiste trabajar este caso?

—La labor de los medios es un leitmotiv importante en mi carrera, me interesa mucho el tratamiento mediático. Este caso me llamó mucho la atención porque el tratamiento me pareció de lo más escandaloso. Por todo: el nivel de manipulación, la difusión de mentiras, de medias verdades, el impacto tan grande que tuvo en Bolivia esta campaña de desprestigio contra el presidente. A mi me pareció que era interesante ver en detalle la operatoria de este grupo de medios y mostrar con casos concretos por qué se lo había denominado Cártel de la Mentira. De ahí nació la motivación de producir.

—¿Cómo te interpeló este caso como ciudadano y periodista?

—A mi me llama la atención que estas campañas también me llegan. Aún siendo un profesional de los medios que está tan interesado en la labor de los medios y tan consciente de la manipulación que pueden impulsarse. Los medios tienen la capacidad de confundir a una gran parte de la población. En este caso, yo también creí o dudé sobre algunos planteos o denuncias que hacían los medios. O sea, aún haciendo el documental y siguiendo el caso. Ellos lo hacen bien. Instalan dudas en la población.

—¿Hubo algo que te haga pensar que este era un caso distinto de manipulación?

—Tal vez, que fue en un lapso muy particular. Duró cien días. Y también la particularidad de que fue demasiado escandaloso. Siempre me pareció que esta joven, Gabriela Zapata, tenía el perfil psicológico de una estafadora. Pero a los sectores de la oposición no les pareció explotar esa veta y eligieron darle absoluta credibilidad a esa fuente. Ella, además, estaba rodeada de un grupo de colaboradores que también tenían antecedentes por estafa. Esto fue sistemáticamente ocultado y estas fuentes fueron dadas como verídicas todo el tiempo. Eso me pareció muy escandaloso. Se suma el hecho de inventarle un hijo al presidente, de pagarle a una familia para que haga pasar a un niño como el hijo del presidente, de entrenarlo, de presentárselo a una cadena internacional. Es mucho ¿no? Había que mostrarlo.

—El nombre del documental hace pensar en las formas de violencia y cómo puede generarse desde los medios…

—Me parece que la información está cartelizada, que muchos medios le hacen un daño tremendo a la democracia y que generan violencia. Estimulan el odio. En esos meses, la gente estaba súper indignada. Aumentó el racismo, la discriminación contra los indígenas. Los ciudadanos se ponen violentos y están siendo estimulados por los medios. Es un daño enorme para la democracia que incluso trasciende barreras ideológicas, porque se impulsa una deslegitimación del sistema democrático ante la sociedad y la gente piensa que todos los políticos son corruptos y ladrones. Más allá de que haya pasado, pero no es lo que está en discusión.

—¿Qué pasa en las presentaciones del documental? ¿Qué repercusiones tiene?

—Las repercusiones son buenas. Mi idea es que la gente debata y se apropie del debate sobre medios de comunicación. Eso me parece fundamental. Mi idea fue darle un marco regional y que la gente vea que lo que sucedió en Bolivia es parte de una estrategia regional y se apropie del debate. En general lo mostramos en ámbitos politizados donde la gente tiene conciencia del rol de los medios.

—¿Cómo pensás que se puede llegar a otros espacios donde tenga otra implicancia y que no sea en personas que reafirman lo que ya se sabe?

—Creo que hace cinco años no hacía falta reafirmar a la propia tropa. Me parece que ahora sí. Tiene que haber una preocupación por romper la barrera de la propia tropa, pero también necesitamos reafirmarnos. Estamos en un momento de mucha debacle moral. Fuera de eso, es muy difícil para un material como este romper la barrera de los convencidos. En Bolivia, la derecha se puso muy nerviosa. Hicieron una propaganda negativa y, aunque haya sido negativa, llamó la atención de sus propios sectores para verlo.

—¿Cómo afectó esta campaña de mentiras al panorama político en Bolivia y su relación con los medios y las redes sociales?

—Yo creo que si bien tenemos que estar atentos y como comunicadores denunciar las campañas de la derecha mediática, tampoco podemos echarle la culpa de todo a los medios. Porque campaña contra Evo Morales hubo siempre, y en medio de una campaña feroz, fue ratificado con un 67 por ciento de los votos. Hay que trabajar en la legitimidad de los procesos políticos. Si tenés poca legitimidad la gente va a creer cualquier cosa. Hay una encuesta que indica que sí hubo una porción de la comunidad boliviana que siente que fue influida por esta campaña mediática. El gobierno tendrá que trabajar en la reconstrucción de su legitimidad para que estas campañas no le afecten más. Otro punto es trabajar la legitimidad de nuestros medios de comunicación. Si nos miran o leen los que ya están convencidos, no tenemos capacidad de influencia y estamos detrás de su agenda. Tenemos una deuda y es construir sistemas comunicacionales más influyentes.

—¿Cuál considerás que es el rol de tu trabajo periodístico y el debate de los medios en este contexto de avance de derechas?

—Aportar. No es la verdad absoluta, sino un aporte para evidenciar cómo operan. Pero el debate por los medios no se cierra porque ganó Macri. La batalla política y cultural tiene que seguir. Estaremos en un marco con menos posibilidades de hacer cosas, pero hay que seguir luchando. No podemos entregarle el monopolio de la verdad a Clarín.

—Recién mencionabas la verdad absoluta y pienso en otros conceptos: lo militante, lo independiente, lo objetivo, subjetivo. ¿Cómo fuiste lidiando con estas ideas durante la producción?

—Lo que más me hostiga es la hipocresía. No soporto que haya un grupo de medios que hace una sistemática campaña para destruir a un líder popular y lo hagan en nombre de la imparcialidad y la objetividad. Una de las búsquedas del documental es blanquear que estos medios están haciendo política.

—Incluso vos te plantás y le decís a un entrevistado que tenés tu postura política y tu forma de mirar el mundo…

—Sí, yo lo digo siempre. Me parece que tenemos que partir de la honestidad intelectual. Que no nos chamuyen con el periodismo libre e independiente. Me parece legítimo hacer una campaña porque no te gustan las medidas populares, pero avisame desde dónde lo hacés. Una cosa es contar la realidad desde un lugar y decirlo. Y otra cosa es inventarle un hijo a un presidente. Hagan oposición, pero avisen.

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