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El año electoral encuentra, después de más de tres lustros, a un gobierno frágil y una oposición dividida por la felicidad de ver cómo el mejor equipo en 50 años deja servidas en bandeja las urnas. El problema es si el electorado llega vivo a octubre. Y Mauricio lo sabe.

La última semana del primer mes del segundo año de mandato de Mauricio Macri dejó en claro que su gobierno arrancó 2017 con viento en contra soplado por sí mismo.

Pero la primera semana de febrero agiganta esa sensación de fragilidad política, precisamente en un año electoral, en el que se supone que el oficialismo debe ganar los comicios de medio término si quiere tener una sobrevida normal durante los dos años que le quedan y con chances de extender por cuatro más la gestión.

Nada de eso se vislumbra, pese al descomunal blindaje mediático y a la parsimonia de algunos sectores de la oposición, que no pueden disimular el pacto veraniego firmado con el macrismo.

Los DNU, tiros por la culata

Los decretos de necesidad y urgencia (DNU) firmados entre gallos y medianoche por Macri ya le representan un dolor de cabeza importante. Los que despertaron la mayor sensibilidad social, como los feriados del 24 de marzo y 2 de abril reconvertidos en móviles, obligaron a una marcha atrás de Macri como no se había visto hasta entonces.

Otro DNU, aquel que flexibiliza de hecho el rol de las Aseguradoras de Riesgo del Trabajo (ART), será analizado con lupa el miércoles próximo en la Comisión Bicameral de Trámite Legislativo, cuyo titular, el diputado nacional Marcos Cleri, expresó: “Estamos convocando a que vengan representantes de los trabajadores y de todos los sectores involucrados”. Irán, seguramente, porque la CGT y la CTA ya se manifestaron en contra de un decretazo que interrumpió el debate parlamentario posterior a la media sanción del Senado en torno de un proyecto que ya modificaba el régimen vigente en esa órbita.

La caída de ese DNU sería un revés legislativo importante, que oficiaría como dique ante la ostensible avanzada de Cambiemos, que quiere flexibilizar las relaciones laborales y retroceder a principios del siglo XX.

Sobre ese aspecto se pronunciaron importantes dirigentes gremiales de la región.

Habilidades y debilidades

Las habilidades que el macrismo, en franca minoría en ambas cámaras legislativas, demostró en su primer año de gestión, parecieran mutar a debilidades en un período preelectoral, en el que las bancadas que levantaron sus manos acompañando las iniciativas oficiales tienen la obligación de juntar porotos camino a octubre, y difícilmente lo hagan votando quitas de derechos o cualquiera de los proyectos que Cambiemos tenga en mente en esa dirección.

La pregunta es si a Cambiemos esta vez le alcanzará con los carpetazos y/ o estímulos extraparlamentarios que sirvieron para convencer al Frente Renovador de Sergio Massa, a los “justicialistas” de Diego Bossio, a los más que condescendientes senadores que siguen las tácticas de Miguel Pichetto y Juan Manuel Abal Medina, o a los que representan a provincias apretadas por el jefe de gabinete Marcos Peña y el ministro del Interior Rogelio Frigerio.

Hasta donde se puede ver, los gobernadores –cualesquiera sea el color partidario– parecen ser poco permeables a las necesidades electorales cuando se trata de negociar la paritaria docente. Es vergonzoso observar cómo los que ya salieron al ruedo mediático repiten como loros el discurso que sale del ministerio que encabeza Esteban Bullrich, sin siquiera ponderar una tibia oposición.

Lo cierto es que, tal como lo señala la agencia oficial de noticias Télam, “dieciséis gobernadores de distintos sectores políticos acordaron consensuar con los gremios de cada distrito para que «el salario de los trabajadores no pierda poder adquisitivo frente a la inflación prevista para este año», según informó el cordobés Juan Schiaretti.

Los gremios docentes no están pensando lo mismo. El titular del Sindicato Unificado de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires (Suteba), Roberto Baradel, advirtió que “si no hay paritaria, habrá conflicto nacional”, tras la jornada de movilización que reunió a más de cinco mil docentes provenientes de todo el país frente al Hotel Savoy, en la Capital Federal.

De todos modos, se esperan batallas menos focalizadas en lo regional, como los intentos de retorno del sistema previsional al régimen de Afjp, y los destinos de Aerolíneas Argentinas, YPF y el Banco Nación, por poner tres claros ejemplos de las cajas por las cuales el macrismo está dispuesto a jugar fuerte.

Acaso, si en el seno del “mejor equipo de los últimos 50 años” prevalece la política y no la angurria con que se mueve el ominoso pelotón de CEOs que conforma el gobierno de Macri, esas pujas se pospongan hasta después de las elecciones. Si gana, el hijo de Franco irá por esos botines cual Atila al frente de los hunos. Si pierde, intentará, tal vez, entregar lo que pueda en una maniobra desesperada. No son escenarios exactamente simétricos. Y esto el CEO mayor también lo sabe.

La principal debilidad del gobierno nacional radica en compatibilizar su política económica con la percepción popular, en especial en los sectores medios, de que todo se está yendo al tacho.

La batería de medidas impopulares que sacó a relucir la administración Macri ya está generando alarmantes efectos de malhumor social. El tarifazo en el servicio de energía eléctrica, la abolición de la financiación para las compras con tarjeta de crédito, y el anuncio de negociaciones colectivas con un techo del 17 por ciento, que es la ridícula previsión oficial del índice inflacionario para este año, ya encendieron luces de alerta en vastos sectores de la clase media con trabajo registrado, y aquellos que aún se mantienen a flote en el ámbito de la economía informal.

Pero el flanco donde más le duele a Macri que le peguen es el que considera “arreglado”. Ese punto, hasta ahora fuerte, está integrado por el massismo, los senadores del PJ y la CGT. Y ésta última acaba de pisar ese callo: el jueves, el Consejo Directivo de la central obrera decidió un plan de lucha progresivo que incluirá una movilización para el 7 de marzo, en la que participarán todos los gremios productivos y, días más tarde, en la segunda quincena del mismo mes, un paro general con movilización.

Luego de varias horas de deliberaciones en la sede de la Federación Marítima, Portuaria y de la Industria Naval (Fempinra), los integrantes del triunvirato cegetista Juan Carlos Schmid, Héctor Daer y Carlos Acuña confirmaron que la movilización hacia Producción se realizará el 7 de marzo desde las 15. En tanto, la huelga general nacional y la marcha de la segunda quincena de ese mes, «muy probablemente» sea fijada para el 30 de marzo, en homenaje a los trabajadores reprimidos durante el paro y movilización de 1982, convocados por el cervecero Saúl Ubaldini, entonces secretario general de la llamada CGT Brasil.

Resulta interesante lo que indicó Schmid, anfitrión del encuentro: “La CGT está disconforme con la realidad. El diálogo está y continuará roto en la medida que el gobierno no reaccione y tenga otro enfoque económico, porque no hubo aciertos en la aplicación de esas medidas».

Las “medidas” no son otras que las mencionadas más arriba, y el dirigente se encargó de subrayarlas: «Continúa habiendo incertidumbre; el cuadro tarifario y los aumentos en los diversos rubros como peajes, combustibles, prepagas y educación erosiona el poder adquisitivo”.

En tanto uno de los más dialoguistas, el massista Daer, parece que se enojó, y dijo que «los empresarios incumplieron las actas firmadas en la Mesa de Diálogo –el pago del bono de 2.000 pesos y el compromiso de no producir suspensiones y despidos-, lo que generó falta de confianza y la decisión de no participar más”.

Pero el dirigente de la Sanidad no despotricó sólo contra la patronal. Acusó al gobierno de «inactividad», al tiempo que remarcó un dato que remite a la política y al territorio: en las movilizaciones participarán los movimientos sociales, en especial el Movimiento Evita, y las pequeñas y medianas empresas.

La tercera pata de la CGT, Acuña (del gremio de las estaciones de servicio) ironizó: “Mucho contacto, mucho diálogo, reuniones con los funcionarios, pero nada se cumplió, lo que demostró que todo lo firmado por el gobierno y los empresarios con el sindicalismo fue verborragia total». El hombre cercano a Luis Barrionuevo agregó que gobierno y patrones «juegan en conjunto» y que eso atenta contra «los intereses de los trabajadores, como en el caso de los bancarios, que obtuvieron un aumento paritario y la cartera de Trabajo se negó a homologarlo e impide su cobro”.

El mismo jueves, en una vergonzosa entrevista exclusiva a Canal 3 de Rosario, el Presidente aseguró que uno de los objetivos de su gestión es reducir la inflación, a la que consideró “causante de la pobreza”. Pero además, desoyendo los tambores de combate de los gremios, disparó, respecto de la paritaria estatal: “Lo que hemos dicho es que estamos dispuestos a pagar en términos de salario la inflación, no podemos pagar por arriba de la inflación, porque sino el déficit público va a ser peor”. Además, afirmó que “cada sector privado hará su paritaria” ya que “es una negociación libre entre cada empresa y su sector”. Más allá de la penosa semántica que lo caracteriza, está claro que a Macri se le están escapando varias tortugas a la vez.

La Dama se mueve: “Ni una más”

Cuando el director de la Aduana y ex carapintada Juan José Gómez Centurión salió a negar el plan sistemático de exterminio durante la dictadura, la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner no dudó un instante en apuntar directamente al jefe de la banda: “La reiteración de estas manifestaciones entre funcionarios de un mismo gobierno demuestra que no es Gómez Centurión. Es Macri”.

No conforme con esa clara definición, en su cuenta de facebook, CFK descerrajó otro disparo al corazón de Cambiemos: “Este es el gobierno que hablaba de «terminar con el curro de los DDHH», que tiene entre sus funcionarios a los civiles que se enriquecieron con la dictadura y nunca fueron juzgados”.

Cristina es un problema en varios sentidos para Macri. Los continuos embates judiciales armados desde su despacho y el del CEO de Clarín, Héctor Magnetto, no parecen hacer mella en la ponderación pública como quisiera esa alianza gobernante, que se completa con el radicalismo.

Por el contrario, las mediciones en la provincia de Buenos Aires la dan, unívocamente, liderando la intención de voto, más allá de ciertas operaciones que la sitúan más lejos o menos de Massa, quien es considerado el muletto de Macri. Pero Cambiemos, como fuerza política, está en tercer lugar, mida quien mida.

El diario que comanda Magnetto viene haciendo su aporte para minar las chances de la ex mandataria en las elecciones de octubre, ya que tanto Cambiemos como Clarín dan por descontado que será candidata. El domingo pasado, bajo el título “Secretos de Olivos: los dólares de Néstor y los gritos de Cristina Kirchner”, el matutino se despachó con una sarta de inventos entre humorísticos y tenebrosos. Un periodista llamado Pablo de León relató que una empleada de la residencia presidencial de Olivos estaba aterrorizada, y la razón sería que “no se podía quitar de la mente la imagen: montones de dólares, en fajos prolijamente parejos, estaban escondidos entre el sommier y el colchón donde cada día dormían Néstor y Cristina Kirchner”. Claro, la mujer, según el empleado de Magnetto, pensaba: “Me pueden culpar a mí si les falta algo”.

Sin otras pruebas que la credibilidad del medio, también se sostuvo que CFK “…siendo Presidenta, no quería ver a ningún soldado cuando ella salía a los jardines o cuando partía para la Casa Rosada. Todo era mezcla de temor a que espiaran sus movimientos hasta coquetería, cuando salía con sus rollers y su entrenador personal. En esas circunstancias, los soldados debían esconderse detrás de los árboles…”. No hay, a lo largo de todo el artículo, una sola fuente con nombre propio, ni siquiera un dato documentado a través de terceros. Un dechado de periodismo de investigación.

Tras otro artículo, titulado “Ni una menos”, en la que vuelve a fustigarse a la ex Presidenta, CFK reaccionó, y respondió al Grupo, esta vez a través de un texto que decidió titular parafraseando al Gran Diario Argentino: “Ni una Más”, que se puede leer en su sitio web cfkargentina.com.ar

Pero lo que más atemoriza a propios y extraños –dentro del peronismo también hay quienes resisten la figura de Cristina– es que el mismo jueves un rumor corrió por todas las redacciones de radios, diarios y canales de televisión: ella habría decidido competir como candidata a senadora nacional en la provincia de Buenos Aires.

Un sondeo, uno más, realizado durante diciembre último, en este caso por la empresa Consultora de Imagen y Gestión Política (Cigp), sostiene que el 66 por ciento piensa que Cristina ganará en caso de presentarse como postulante a senadora. En esa pesquisa, además, el 34 por ciento expresó su intención de votarla.

La encuesta también ponderó la imagen del presidente Macri en lo que va de su gestión. Según el portal ARGnoticias, “la encuesta se basó en tres aspectos: Empleo, Seguridad y Economía. En líneas generales, la mayoría se volcó por una imagen «muy mala» en todos los aspectos (29, 33 y 39%, respectivamente)”.

Macri sabe que el horno electoral no está para bollos. El peligro de eso es que se lance a saquear todo mientras pueda. Y muchos de sus colaboradores lo están aconsejando en esa dirección.

Fuente: El Eslabón

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