Ilustración: Facundo Vitiello.
Ilustración: Facundo Vitiello.

Yo no sé, no. Con las primeras gotas golpeando sobre las chapas, Pedro pensó aquella noche: “Si sigue, capaz que mañana no voy a la escuela. Y si sigue –¡mejor todavía!–, se va a llenar de agua la lagunita que está entre el tercer y cuarto puente y va a estar bueno para ir a cazar ranas, o para ir a Echesortu a comer las tortas fritas de la abuela”.

Con las primeras gotas, Pedro también pensó: “Si para, dentro de un rato va estar linda la canchita”, porque la habían desmalezado y era pura tierra.

Con las primeras gotas, Pedro pensó: “Chau carnaval. Mañana no vamos a poder ir y terminar a los baldazos con las pibas del barrio”. Y también corría peligro ir al Provincial, a Náutico o a Gimnasia, porque había que ir bien empilchado y si llovía se supendía todo.

Otro día, pensaba Pedro: “¿Cómo hará el trosko del Dani, que siempre anda de bar en bar con un par de libros en la mano, para que no se le mojen”. Por suerte vivía cerca de La Sirena y de Pancho Freddy.

Con las primeras gotas, un sábado Pedro pensó: “Si para, y mañana está nublado, va a estar lindo el clásico”, porque había que ir temprano a la cancha de Newell’s y el sol, por más que no era verano, te mataba. “Aparte estaría bueno verlo a Becerra en ese duelo aparte con el Negro González en una cancha rapidita”.

Con las primeras gotas, una vez en Salta, Pedro pensó que esa era la prueba de fuego del campamento, a ver si las canaletas estaban bien hechas. El Polaco, que era de los más responsables, seguro que se iba a poner a escribir poesía, y el Canche se pondría más bromista que nunca. El Edu Parrilla y la Carlota, ya estarían nerviosos porque al otro día había que pintar una escuela y ellos ya se cargaban al hombro la responsabilidad que de a poquito iban teniendo.

Con las primeras gotas, Pedro también pensó que el cielo se despedía del General, y que por cada persona que quería estar cerca de él, aparecía una gota. Por eso, la lluvia y la cola de gente eran interminables.

La otra noche, cuando sintió las primeras gotas sobre el techo de chapa del lavadero, Pedro pensó: “Si esto sigue, la gente se va a inundar aún más”. Y como ahora no sólo se pierde el colchón, sino que se pierde todo, el daño es mayor. Y los noticieros le reclamaran a las autoridades competentes y dirán que el problema es que se endurecieron los campos y los corazones de los que siembran. Pero se quedó tranquilo, Perdo. Pensó que a lo mejor eran sólo un par de gotas, que sólo iba a llover tranqui toda la noche para poder soñar y descansar el cuerpo después de tanto calor. Para soñar con las tortas fritas de la abuela, con la canchita, con las ranas, con los compañeros y las compañeras. Y, sobre todo, soñar que los tipos que nos gobiernan se pongan nerviosos –aunque sea 2 minutos– por una protesta generalizada. Y que la terminen. Todo eso pensaba Pedro, mientras deseaba que ese ruido de la lluvia durara toda la noche.

Fuente: El Eslabón

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