Ilustración: Facundo Vitiello.
Ilustración: Facundo Vitiello.

Yo no sé, no. Pedro se acuerda de aquella casa, casilla bah, a la que le terminaron poniendo “la casa de la tetona”. Y recuerda que a la hora de la tardecita, hacia la puesta del sol, la sombra de sus pechos eran más grandes que el rústico alero de Tarzán.

También se acuerda de que la de lengua de 3º se bamboleaba con sus tetas y medio curso se distraía. Y Pedro piensa que por eso tiene tantas faltas de ortografía: porque le tocó esa maestra.

Un día apareció una compañera flaca pero con unas tetas y una cintura enorme en el local en el que militábamos con la UES, y por un momento nos paralizamos. Y eso que un par de días antes en El Cacique, el bar de Urquiza y Lagos, habíamos llegado a la conclusión de que los pechos aún no retocados de la Su, que en la pantalla grande se la ganaba el Carlos, tenían la medida perfecta. Por lo menos eso era lo que opinaban Torombolo o Cacho y Delia, una compañera que tenía lo suyo pero no era muy abundante.

Sofía Loren, en aquel entonces, ya era de Ponti. Pero sus pechos, o lo que se insinuaba de ellos, eran de todos nosotros.

En el barrio de repente apareció uno con una cabellera rubia y larga que se la daba de delantero. Tenía suerte, el Flaco, y la embocaba siempre. Y además tenía una hermana que siempre iba a verlo jugar y se paraba detrás del arco. Al pobre, le terminamos diciendo la Tetona Reinaldi.

Mientras tanto, en la Argentina y en gran parte de la gran patria, los grupos económicos –como siempre de la mano de dictaduras– se prendían a la teta del Estado en pos de sus propios intereses. Y ya por entonces veíamos cómo los recursos propios, como YPF, Gas del Estado y Aerolíneas, eran endeudados para mantener la bicicleta financiera de los propios milicos y de los grupos que los sostenían.

La otra noche Pedro veía que en la tele aparecían algunas tetas, como siempre, pero sobre todo ocultaban otras tetas de millones de personas que ponen el pecho todos los días. O las que están entre rejas, como las de Milagro. Y también siguen ocultando que los hijos, u otros descendientes, de los que se prendieron mal de la teta del Estado y de sus recursos, están de nuevo presentes. Esta vez en pleno saqueo. Y bueno, ellos, que siempre tuvieron la vaca atada, ahora volvieron por las tetas. Por todas las tetas.

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Un comentario

  1. adhemarprincipiano

    15/02/2017 en 15:06

    todas esas expresiones «estupidas» culturales y educativas que el capitalismo burgues colocaba en la pantalla del entretenimiento, para ellos continuar con el verdadero fin de continuar su chupeteo de lo que produciamos los «imbeciles» sin conciencia.

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