Referentes barriales de Ludueña denuncian que los incidentes rumbo al cementerio fueron una forma de intimidar a los vecinos y al único testigo de la muerte del pibe de 16 años baleado por la espalda presuntamente por narcos y por lo que los vecinos quemaron un búnker.

“Estaba acordado que el sábado a eso de las nueve vinieran a buscar a Kevin para que la familia se pudiera despedir y, después, tapar el cajón y emprender la caravana para el cementerio. Eso se hizo con todo el dolor y el desgarro del mundo. Estábamos en Humberto Primo y Teniente Agneta. Agarramos Teniente Agneta y comenzamos la marcha hacia Junín, donde nos estaban esperando con una emboscada organizada por la Policía de Acción Táctica y el Comando Radioeléctrico. Estaban buscando al pibe de la moto roja, que es el Micha. No fue casual sino que fue adrede, porque acá en Ludueña no se quemó una casa sino un depósito de droga muy importante”. Así resume una referente barrial de apellido Gauna, lo ocurrido el pasado 11 de febrero en el cortejo fúnebre de Kevin Aguirre (16), el pibe asesinado la noche del 9, supuestamente a manos de soldaditos, a cuyo transa –detenido al día siguiente– los vecinos del barrio indignados le incendiaron el búnker un par de horas después del crimen.

Tras una discusión, a Kevin lo balearon por la espalda, mientras iba en una moto conducida por su primo Micha (18). De ahí que en el barrio creen que el operativo de la Policía –a la que no despegan de los grupos narco-criminales– del sábado no fue espontáneo sino algo planificado, una puesta en escena cuyo verdadero objetivo era cazar al testigo para intimidarlo o acallarlo definitivamente. De hecho, ese muchacho es el único que recibió una bala de plomo –para el resto hubo palazos, golpes y proyectiles de goma– y ahora permanece internado, supuestamente incorporado a un programa de protección. Aunque la mayor contención fue la que le proporcionaron las organizaciones del lugar, encabezadas por la comunidad eclesiástica de base Sagrada Familia, el gran legado del cura Edgardo Montaldo y a la que pertenecían Kevin y su familia.

Estos grupos siguieron el derrotero que incluyó la Comisaría 12°, el hospital Carrasco y finalmente el Heca; luego, convocaron a otros, y también a abogados y fiscales. “No queremos que sea otro Franco Casco o Pichón Escobar”, dicen; pero además ya se plantean la necesidad de conformar una coordinadora anti-represiva en Ludueña –al cierre de esta edición se llevaban a cabo reuniones organizativas– en virtud de la recurrencia de hechos de violencia institucional o de acciones similares a grupos narcos.

“Nosotros estamos poniendo el cuerpo con los compañeros y vecinos militantes en el barrio o en la canchita del club padre Montaldo, todos a la vista de cualquiera que pasa por la calle; también ensaya una murga en la casita de Sagrada Familia. Entonces, tenemos que abrir un paraguas y que todos los compañeros que estamos llevando actividades para los pibes como destinatarios preferenciales se sientan acompañados”, explica Gauna.

Acerca de los dichos del ministro de Seguridad

Va de suyo señalar que los testimonios de la gente de Ludueña –que tienen además respaldo en un buen número de filmaciones hechas desde teléfonos móviles– refutan la versión que dio el ministro de Seguridad provincial, Maximiliano Pullaro, el pasado lunes 13. “Con respecto este hecho, debemos decir que se actuó como lo ordena el ministerio de Seguridad, en orden a la política pública que lleva el gobierno de Santa Fe, y que pone el acento en la persecución de las armas ilegales y clandestinas”, dijo el funcionario, quien así justificó la represión como si se tratara de una rápida y oportuna acción ante el hecho de que sonaron unos disparos, cuestión que merece una aclaración.

Uno de los militantes barriales explica que, desde hace mucho tiempo y en toda la ciudad, cuando es asesinado –por violencia institucional o bandas de narco– un pibe, algunos de sus amigos disparan unos tiros al aire como modo de despedida y bajo ningún punto de vista como una acción violenta. De hecho, este rito –que no puede ser analizado de manera simplista o sometido al escarnio de los comentarios que publican los diarios online– se ha llevado a cabo en recientes cortejos de líderes de bandas de narcos locales ante la mirada pasiva y próxima de móviles policiales.

Pero, además, resulta insostenible la fundamentación del ministro por el volumen –“eran entre veinte chatas y diez autos las que participaron– y la anticipación de la operación represiva; ya que los policías estaban apostados en lugar desde antes de que se oyeran esos disparos al aire, salieron al cruce de la caravana y, recién después, fueron por “el pibe de la moto roja”.

Al respecto, un referente del Club Social y Deportivo Edgardo Montaldo observa: “Con la cantidad de policías y coches que había, y teniendo en cuenta la rapidez con que actuaron, la verdad es que deja mucha sospecha de que haya sido algo librado al azar. Había un dispositivo montado”.

Micha en la mira y también el trabajo territorial

Como consecuencia del operativo un montón de vecinos tuvieron golpes y heridas; pero, valga la insistencia, lo llamativo fue la tenacidad de la represión selectiva sobre un grupo de muchachos orientada a dar con Micha, a quien hirieron en el pie –“no pudieron hacer blanco en otra parte, porque había mucha gente”, arriesga un vecino– y, luego, golpearon en el piso. La gente lo rescató de las garras de los policías, pero no se opuso a que lo llevaran detenido a la Comisaría 12°.

“A Micha lo hieren, le pegan con el arma reglamentaria un par de cañazos en la cabeza, le quiebran un par de dedos de la mano, lo cargan a un móvil policial y lo llevan a la seccional, donde lo tuvieron un rato ahí hasta que caímos los compañeros de organizaciones sociales, de sindicatos, vecinos del barrio y gente del Club, del cual Kevin es integrante. Después, lo llevan al “Carrasco” y, de ahí, al Clemente Álvarez, donde quedó internado. Al principio, nos pelotudeaban con el tema de que estaba incomunicado y que no podían pasar ninguna información, no sé si de inoperantes o de hijos de puta”, cuenta otro vecino.

“Esta emboscada fue para agarrar a Micha y para tratar de, no sé si silenciarlo, acallarlo, para amedrentarlo. Fue un acto muy violento, una perversión absoluta. Estaba organizado de un primer momento, porque nosotros no hicimos más de cuatro cuadras y comenzó la emboscada”, afirma Gauna.

De todos modos, el referente del Club Edgardo Montaldo advierte también que en el crimen de Kevin hubo un propósito intimidatorio para todo el laburo barrial. “No podemos ser ingenuos. Creo que hay que pensar que el sistema, con sus múltiples ramificaciones, siempre intenta cortar las luchas populares de una manera o de otra. Todo lo que se genera a partir del empoderamiento de los vecinos, de sacar a los pibes de la mala, de acompañarlos a que se realicen de la mejor manera como persona, obviamente atenta contra el sistema, que impone otras lógicas”, dice. Pese a su juventud, el dirigente habla desde la experiencia de quien se ha formado junto a Claudio Pocho Lepratti y bajo la tutela del cura Montaldo.

En los testimonios recogidos se trasunta congoja y bronca. Les mataron un pibe más –y ya van…–, el testigo del crimen fue baleado y presuntamente está bajo protección y el barrio sigue peleándola como puede. “Lo único que queríamos era que nos dejaran llevar al cementerio a nuestro muerto y listo. Pero se ve que los milicos tuvieron una orden de arriba sobre cómo tenían que actuar”, dicen.

De todos modos, destacan la visibilidad que le vienen dando a lo sucedido. “Nos movilizamos un montón y convocamos a diferentes organismos de derechos humanos, fiscales, abogados y demás para poder intervenir, para que a este pibe no lo desaparezcan y no sea un Franco Casco, un Pichón Escobar”, advierte Gauna.

Un compañero más

En una de las fotos que han circulado por estos días, se ve a Kevin en la canchita de Ludueña. Tiene la caprichosa bien dormida junto al pie, las piernas estiradas como a punto de dar un salto felino y la vista bien alta. Pose de crack.

“Era un pibe de dieciséis años, que estaba intentando terminar la escuela secundaria en la escuela Don Bosco –conocida como «la del padre Edgardo»– y que jugaba al fútbol en el Club Social y Deportivo Padre Montaldo, que fue fundado hace dos años. Participaba activamente de los espacios de la casita de la comunidad Sagrada Familia, ya sea cuando hacíamos pizza casera o si hacíamos un torneo de fútbol. Él jugaba en una de las categorías juveniles del club. Era un compañero más, era uno de los pibes que más estaba tratando de construir algo diferente en el barrio, como muchos otros, que están con nosotros y esperemos que se vayan sumando otros más”. De esa manera, define un referente del club a Kevin, que –cuenta– además era un gran de delantero. “En esa canchita que tenemos, él le daba a la pelota gran parte del día, con los pibes, con los más grandes y con los más chiquitos”.

Mientras algunos odiadores se seguirán regodeando con la muerte de los pobres y hasta encontrarán en el nombre de Kevin una oportunidad para celebrar en esos comentarios que los diarios dejan fluir de manera impúdica; otros no pudieron siquiera despedir debidamente a un pibe que laburaba en su barrio, que quería terminar la secundaria y que la rompía en el potrero.

Fuente: El Eslabón

Más notas relacionadas
  • Pedaleando la esperanza

    Mujeres tras las rejas, ONG que desde hace años trabaja con personas privadas de la libert
  • Pensar el futuro

    En su paso por la ciudad para participar del Congreso sobre Democracia que organizó la UNR
  • ¿Cómo no sentirme así?

    Aunque postergadas por las nuevas restricciones pandémicas, las elecciones en Newell’s gen
Más por José Osvaldo Dalonso
Más en Ciudad

Dejá un comentario

Sugerencia

En Diputados no hubo quorum para tratar el presupuesto de las universidades

Unión por la Patria había pedido una sesión especial para tratar el tema junto con la rest