Foto: FB.
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La realidad, como es bien sabido, supera a la ficción. Incluso a la ciencia ficción. Y una vez más, tuvo lugar un papelón para el Imperio y para la CIA, más precisamente. Y otra vez fue el portal WikiLeaks, dirigido por el ciberactivista Julian Assange, el que los desnudó, los dejó al descubierto, les sacó la careta y confirmó lo que todos saben: la CIA tiene ojos y oídos para todos los habitantes del planeta. Espía a todas y todos, al margen de las leyes, con total impunidad. Se refugia en la gran excusa: la guerra contra el terrorismo. Pero en realidad, sus objetivos son otros. Los intereses del Imperio mandan y estos incluyen cuestiones políticas y, sobre todo, comerciales.

Pero Assange lo hizo de nuevo. Encontró un agujero en la seguridad informática de la CIA, espió a los espías, pirateó a los piratas informáticos, y la verdad, una vez más, asomó, para confirmar y documentar lo que siempre se supo.

Assange se encuentra refugiado en la embajada de Ecuador en Londres desde el 19 de junio de 2012 para evitar su extradición a Suecia, que lo reclama para interrogarle sobre un delito sexual que él niega haber cometido. El activista teme que el país escandinavo lo entregue a EEUU, donde la Justicia lo investiga por las revelaciones de su portal en 2010, cuando difundió cables diplomáticos confidenciales estadounidenses, que revelaban, entre otras cuestiones, las atrocidades cometidas por las potencias invasoras en Irak y Afganistán.

La nueva publicación de documentación secreta, de la que se dio a conocer sólo una parte, promete ser “la mayor filtración de datos de inteligencia de la historia” y remite al programa de espionaje global a los ciudadanos y mandatarios de todo el mundo que vienen llevando adelante los servicios de inteligencia de EEUU con total impunidad y desatendiendo el derecho internacional.

Según WikiLeaks, la filtración tiene una gran importancia desde el punto de vista legal, político y forense. “Hay un gran riesgo de proliferación en el desarrollo de armas cibernéticas, que resulta de la incapacidad de las agencias de seguridad para controlarlas una vez las han creado y su alto valor de mercado”, aseguró Assange a través del comunicado en el que se dio a conocer la nueva revelación.

Por su parte, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) no realizó comentarios al respecto. “No nos manifestamos sobre la autenticidad o el contenido de presuntos documentos del servicio secreto”, señaló un vocero.

La Casa Blanca, por su parte, no confirmó ni desmintió la autenticidad de los documentos que salieron a la luz, pero eso sí, por las dudas, fiel a su estilo, además de expresar su “preocupación”, amenazó a los que produjeron la filtración. “Iremos tras las personas que filtraron la información confidencial. Los perseguiremos todo lo que permita la ley”, sentenció el vocero de la casa de gobierno, Sean Spicer.

Los oídos del imperio en nuestro hogar

La filtración permite, además, pensar y poner en contexto las nuevas tecnologías, su utilización, y el lugar que ocupan en nuestra vida cotidiana. Cada vez más artefactos domésticos cuentan con conexión a Internet. Ya no solo las computadoras, los teléfonos y los televisores. La tendencia es que todos los electrodomésticos estén conectados a la red, y que toda la casa lo esté. Esa tendencia se denomina “Internet de las cosas”: todos los aparatos (heladeras, cocinas, micro-ondas, entre otros) quedan vinculados a la red informática, que pasa a controlar el funcionamiento de los hogares.

Según explicó WikiLeaks, esta primera entrega, llamada “Año Cero”, expone sistemas de “hacking” (pirateo), software malicioso y armas cibernéticas empleadas por la agencia de espionaje estadounidense, e incluye casi nueve mil documentos y archivos procedentes de una red de alta seguridad situada en el Centro de Inteligencia Cibernética de la CIA en Langley, Virginia. WikiLeaks obtuvo los documentos de una persona que tuvo acceso a la información cuando la CIA perdió el control informático sobre “varios cientos de millones de códigos”.

La colección llegó a manos de antiguos hackers del gobierno y otros agentes de manera no autorizada, y uno de ellos proporcionó a WikiLeaks porciones del archivo. La idea del portal es que con esta difusión se abra una discusión pública sobre la cuestión “de si la CIA se excedió en sus atribuciones”.

El programa de “hacking” encubierto de la CIA, incluye arsenal malicioso y docenas de posibles ataques, a través de fallos de software, contra el sistema operativo del iPhone, el Android de Google, Windows de Microsoft y televisores Samsung, que pueden transformarse en micrófonos encubiertos.

También la CIA podría intervenir en los automóviles de última generación que, dotados de computadoras, pueden funcionar sin conductor, como por ejemplo los Tesla, o muchos modelos de marcas conocidas con capacidad para estacionarse sin la intervención del conductor. En este sentido, la agencia de espías podría piratear los sistemas operativos y producir fallas que dieran lugar a, por ejemplo, accidentes. Tratándose de una agencia que tiene programas de asesinatos selectivos, la utilización de esta tecnología puede utilizarse como un arma letal.

WikiLeaks señala que la CIA fue aumentando sus capacidades en la lucha cibernética hasta rivalizar, “con menos transparencia” con la NSA, otra de las agencias de inteligencia y espionaje estadounidense.

Las técnicas de pirateo de la CIA permiten burlar el encriptado de plataformas de mensajería como Whatsapp, Telegram, Signam, Confide y Cloackman.

Los documentos revelados por WikiLeaks abarcan el período de 2013 a 2016. El portal informó asimismo que, además de su centro en Langley, la CIA utiliza el consulado de EEUU en Frankfurt como una base encubierta para sus hackers en Europa, Medio Oriente y África. WikiLeaks dice que, al difundir toda esta documentación, tomó cuidado de no distribuir “armas cibernéticas cargadas” hasta que “emerja un consenso sobre la naturaleza política y técnica del programa de la CIA y de cómo tales armas deben ser analizadas, desactivadas y publicadas”.

Fuente: El Eslabón

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