Foto: Andrés Macera.
Foto: Andrés Macera.

Un vecino del represor que fue escrachado este sábado, cuenta cómo se comportó en su edificio el ex espía del Batallón 121 del Ejército para desmontar su imagen de asesino de la dictadura. “Sabía que acarreaba toneladas de repudio”, afirma.</p>

“Durante 20 años fui vecino de este genocida, vivía a sólo un piso de diferencia”, afirma Carlos Italiano, profesor en Lengua y Literatura Italiana. “Su actitud fue siempre de una morbosa complacencia servil. Sabía que no era bien visto y que acarreaba toneladas de repudio a su paso, pero seguía sonriendo, cínicamente y sin pausas. Hoy está libre y ya no vivo en ese domicilio, no lo veo, pero me sumo a las voces que lo escrachan”, sostiene Carlos, también licenciado en Ciencias Sociales y Humanidad y magister con especialidad en historia.

El vecino, al que se refiere el profesor se llama Carlos Sfulcini, condenado el 20 de diciembre de 2013 a 20 años de prisión por el secuestro, torturas y homicidio del militante comunista Tito Messiez. Pero a fines de 2016 fue liberado por considerar la Justicia que no había pruebas de su participación en el asesinato, y que ya había cumplido la pena.

“Llegué a este edificio a fines de los 90 y pronto me di cuenta que fue un reducto de militares, vivían varios ya retirados. En el departamento frente al mío, vivía uno de ellos, por ejemplo. Como trabajo en un instituto de lengua extranjera, una vez me dijo que él conseguía un lugar en la orden Rosacruz, un grupo masón, pero lo rechacé”, remarca.

“Conocemos bien quién es”

Sobre los otros ocupantes del edificio, Carlos explica que “los vecinos más antiguos ya saben bien quién es Sfulcini, y a los nuevos les pasé toda la información. Algunos no lo conocen por el tiempo que pasó detenido, aunque en esa época, algún domingo lo traían y quedaba el vehículo esperándolo abajo, mientras este hombre tenía la posibilidad de pasar unas ocho o doce horas con su familia a pesar de lo que había hecho. Lo traían con chofer y lo esperaban”.

“También me enteré que era profesor de Derecho Constitucional en la UAI, algo inadmisible y que hasta parece una broma de mal gusto, ya que fue parte de los que violaron a la Constituión. Además, en un colegio me contaron que era director de un colegio secundario, nocturno y para adultos. Creo que funcionaba en lo que era el Batallón de Arsenales de Fray Luis Beltrán 121”, reseña.

Aprendió a ser formal y cortés

Sobre la vida familiar, dice Carlos que “la estrategia de ellos, porque como no trabajaban estaban todo el día en la casa, era prestarse para atender a gasistas o electricistas. Corrían a resolver cualquiera cosa que pasara en el edificio. Eran como necesarios, porque cuando alguno estaba trabajando, ellos se ocupaban. Cuando estaba en casa, era su mujer la que se hacía cargo de esa atención”.

También utilizaba la terraza porque era un enamorado de las plantas, tenía algunas fabulosas. Ese lugar, que es enorme, aparte del tendedero, era todo para su jazmín. “Yo no lo saludaba –agrega– pero él buscaba charlar, ser simpático, aunque nunca le respondí. Tras uno de lo escraches que le hicieron, le dije que si me decían la mitad de lo que le habían gritado, les hacía un juicio a todos, pero él no decía nada”.

Simpatizante, pero inocente

Antes de esas movilizaciones, advierte Carlos, “Sfulcini repartía en los departamentos del edificio copias de un texto escrito por él, en el que admitía que tenía simpatía por el gobierno militar, pero que nunca había participado en esas acciones. Cuando intentó dármelo, le dije que no se disculpara conmigo. Ya tenía un claro distanciamiento con ese tipo”.

“Luego quedó libre con las amnistías de los años 90. Una vez, al salir del ascensor, lo cruce y le dije  que no me vuelva a saludar, porque era una ofensa para mí. También recuerdo que cuando me visitó una profesora, ella entró a mi departamento sin aliento, lo había visto y lo había reconocido. También, me di gusto de decirle en la cara a Sfulcini que sentía asco por él”, remarca.

En otra oportunidad, cuenta, “al verlo libre, lo denuncié ante HIJOS y luego le hicieron un escrache y al tiempo fue juzgado. En esos actos hacían pegatinas denunciando y difundiendo quien era ese vecino. Luego he visto a sus hijos arañando la pared para intentar arrancar los volantes”.

Años en Brasil y militancia

“En el 77 me fui a Brasil. Mi hermana militaba en la Facultad de Economía y una vez entraron a mi casa paterna y rompieron todo. Hasta unas tazas de té volaron, sin saber qué buscaban con eso. Usaban caretas y pelucas de mujer, pero con la ropa militar abajo”, recuerda Carlos. “Luego entraron al escritorio de mi padre y le explicaron que eran de la policía federal”. En ese descontrol de los militares, el profesor recibió una patada en la oreja, “Tenía entonces unos 20 años y un médico que me atendió me aconsejo que me fuera del país. Era antes de junio del 76”.

El profesor señala que volvió a los dos años “y me empezaron a fichar por otra cuestión. Por militante en defensa de los derechos humanos, de las minorías sexuales, desde 1981. Con Adrián Sánchez generamos el Movimiento de Liberación Homosexual, en 1984. Eso nos llevó muchas veces a prisión donde nos golpeaban e insultaban”, y concluye: “Me fui de mi departamento tras un accidente que sufrí y que me impedía desplazarme bien. Como mi piso era el noveno, me mudé”.

Fallos fallados

El fallo del Tribunal Oral Federal N°1 (TOF1) de Rosario, durante el  juicio Guerrieri II, había dictado la sentencia de 20 años de cárcel para Sfulcini por el secuestro, tortura y posterior asesinato del militante comunista Rubén Francisco Oscar Tito Messiez. Pero, a fines de 2016, la Sala III de la Cámara de Casación Penal de la Nación, confirmó la sentencia de la causa Guerrieri II, dejando firme y sin nueva posibilidad de apelación a la condena a Sfulcini, pero sólo en el delito de privación ilegal de la libertad.

Se consideró que no alcanzaban las pruebas para responsabilizar a Sfulcini por los tormentos y el posterior homicidio de Messiez, militante comunista. A raíz de eso, los magistrados evaluaron que con los seis años que había pasado preso ya había cumplido su condena, y quedó en libertad. “No contemplaron que el secuestro de Messiez fue parte del plan sistemático destinado a desaparecer a quienes fueran un posible obstáculo al proyecto genocida y vendepatria”, indican los organizadores del escrache que se llevará a cabo este sábado, a las 18, en España 344, donde está ubicado el edificio en el que, en el departamento A del piso 10, vive este asesino.

Fuente: El Eslabón

Más notas relacionadas
Más por Alfredo Montenegro
Más en Ciudad

2 Lectores

  1. Mónica Garbuglia

    18/03/2017 en 13:12

    Desde la Biblioteca Vigil adherimos y participaremos del escrache convocado desde el Espacio Juicio y Castigo, al represor CARLOS SFULCINI, para lo cual está previsto la reunión en el día de hoy a las 18 en España y el río, marchando luego hasta su domicilio (España 344, 10° A).

    Carlos Sfulcini ha sido sentenciado por delitos de lesa humanidad perpetrados durante la última dictadura cívico-militar-eclesial, y goza de libertad desde fines del año pasado, luego de que una cámara de casación le redujera la condena dictada por un tribunal oral en diciembre de 2013.
    Invitamos a leer el Comunicado del Espacio Juicio y Castigo, donde se detallan las alternativas de su situación judicial. Allí se señala que “Sfulcini fue un espía al servicio del terrorismo de Estado, operó como Personal Civil de Inteligencia integrando la patota del Batallón 121 del Ejército, órgano que regenteó cinco centros de detención y torturas por donde pasaron cientos de detenidos-desaparecidos, tal cual probó la Justicia Federal de Rosario”.

    Destacamos, además, que Carlos Sfulcini fue un engranaje fundamental del aniquilamiento del proyecto educativo de Vigil llevado a cabo por el terrorismo de Estado, luego de la intervención de la entidad por la dictadura. Quedó a cargo del Instituto Secundario de Vigil – desplazando al profesor Rubén Naranjo-, secundado por el psicólogo Raúl Pangia – quien tomó el lugar de la profesora Elba Parolín-. Mientras tanto, la coordinación de todos los niveles escolares, que en épocas de esplendor de la Vigil ejercía el reconocido pedagogo Mario López Dabat en su función de Director del Departamento de Educación, fue tomada por el represor Ramón Telmo Alcides Ibarra (alias «Rommel»).

    Ellos fueron artífices de la implantación de la cultura del miedo en nuestros espacios educativos, lo que representa un capítulo más del plan criminal de destrucción material y simbólica de la Vigil.
    Aspiramos a que los responsables sean juzgados y condenados de acuerdo al sistema de garantías del Estado de Derecho, justamente las mismas que arrasaron cuatro décadas atrás para instaurar un sistema económico, social y cultural del que es fruto el país injusto e inequitativo que tanto nos duele.

    Por ello, hemos emprendido con decisión y compromiso el camino de la justicia ante los tribunales federales, donde somos querellantes en causa por los delitos económicos consumados contra la institución.

    Sin embargo, y desde ese lugar, podemos dar testimonio del momento crítico que atraviesan los juicios de lesa humanidad en nuestro país, puestos en vilo por una serie de argucias técnicas y el desbaratamiento de los dispositivos estatales que sostenían las políticas de memoria, verdad y justicia.

    No podemos soslayar la zozobra de los juicios que aún no tienen fecha o que se postergan; la situación de las víctimas que son expuestas a experiencias que las revictimizan en el marco de esos juicios; ni la de genocidas condenados que acceden – cada vez más – a beneficios en cuanto a sus condiciones de detención.

    Todo ello, mientras se intenta reinstalar en el medio social la doctrina de los dos demonios y, más aún, el negacionismo del terrorismo de Estado.

    Interpretamos estas circunstancias como un claro retroceso, y es por eso que avalamos la vuelta del “escrache”, práctica iniciada por la Agrupación H.I.J.O.S. en los ’90 para visibilizar y poner en evidencia a los genocidas impunes y con quienes nos quieren forzar a convivir.

    No olvidamos. No perdonamos. No nos reconciliamos.

    Responder

  2. Carlos Felipe Italiano.

    18/03/2017 en 17:58

    Agrego que el comentario que recibí se refería a una escuela nocturna que teóricamente funcionaba en el ex batallón 121 ( no el de arsenales de Fray Luis Beltrán como dice la nota, siendo este un detalle a mi entender, menor), nunca lo comprobé, pero sí recuerdo haber entrado a la página de la UAI y haber visto que Sfulcini revistaba como profesor de Derecho Constitucional, sin dudas lo hizo amparado por los indultos. Eso fue en democracia, yo conocí a este hombre a fin de los años 90 y me enteré de quién era cuando en el edificio, un 24 de marzo fue escrachado. La detallada exposición de Mónica Garbuglia, echa luz precisa y certera sobre el accionar de Sfulcini en la educación, algo que como ser humano, argentino y docente me parece inadmisible e imperdonable.

    Responder

Dejá un comentario

Sugerencia

Amenaza con arma de fuego en medio de una protesta de estatales

Delegados de ATE de la secretaría de Derechos Humanos denunciaron que un custodio policial