Ni el coro de desaforadas gallinas ponedoras que opinaron desde el siniestro lugar de la ignorancia rentada acerca de dos muertos en el recital del Indio Solari, ni el globo de ensayo arrojado por Mauricio Macri sobre el incremento del IVA del 21 al 25 por ciento, lograron desactivar la efervescencia social, la protesta gremial, el paro docente o la presión sobre la CGT para que no le pusiera fecha al paro general.

Que el macrismo se haya peleado hasta con Luis Barrionuevo y le haya mandado a allanar el gremio de Gastronómicos habla a las claras de un ostensible estado de descomposición de la alianza que Cambiemos estableció con actores gremiales, políticos, mediáticos y judiciales.

Es que un gobierno que no repara en las consecuencias sociales de un pillaje descontrolado de los recursos públicos, que genera un endeudamiento récord en términos históricos, superando incluso a la última dictadura y al menemismo, que ostenta un desapego a la ley poco usual incluso cuando se trata de sectores dominantes, no podía provocar otros resultados que una creciente protesta social,  en medio de un clima político asfixiante.

El miércoles, un día antes de que la CGT definiera que el paro general será el próximo 6 de abril, el jefe de Gabinete Marcos Peña advirtió que la medida de fuerza que anticiparon las dos CTA “no es necesario ni va a mejorar la realidad de los trabajadores al día siguiente”.

Pero, además de desconocer lo que viene generando la criminal política económica del gobierno que integra, el petulante consejero presidencial cargó, una vez más, contra Cristina Fernández de Kirchner. «Hay sectores que necesitan que fracase el cambio, empezando por CFK», vomitó el descendiente de masacradores de la Patagonia trágica sin que se le mueva un pelo de la hirsuta barba candado que ahora exhibe como prenda de cambio fisonómico.

En una conferencia de prensa junto al ministro de Trabajo Jorge Triaca, Peña además, lanzó, muy suelto de cuerpo: “Si la propuesta de la CGT, cuando hablan del rumbo económico, es la vuelta atrás, el pasado que los argentinos rechazaron, y quieren mirar hacia adelante, entonces no hay un espacio de discusión posible, salvo en la discusión electoral y partidaria”.

Peña no desconoce que, a la luz de los resultados de su “cambio”, en estos momentos el macrismo, aliado a la UCR y al sello de Elisa Carrió, retiene a gatas el 30 por ciento y poco que sacó en la primera vuelta en 2015. Por tanto, los que continúan queriendo mirar para adelante son uno de cada tres argentinos. Poco para una elección de medio mandato, si no fuera porque el elenco que gobierna sólo piensa en términos de saqueo, a lo que dé y en el tiempo que resulte.

A la dirigencia sindical, Peña le dedicó un parrafito: “No hay una idea que puedan aportar hoy los dirigentes sindicales que no haya sido aportada en una reunión de trabajo y que estemos encarando, buscando alguna solución”. Y agregó, en el más cínico de los estilos, que, en estos 15 meses de gobierno, con la CGT “se avanzó en más temas concretos que en los últimos años del gobierno kirchnerista, que sólo  los invitaba a aplaudir en los actos oficiales” . Olvidó decir que en esos actos se inauguraban fábricas, se anunciaba generación de empleo o convenios con las provincias para desarrollo, infraestructura, viviendas, programas sociales y obra pública en municipios y comunas, todo lo cual fue desmantelado por Cambiemos.

Un Triaca genuino

Precisamente, el tipo que tiene que vérselas con el mundo del trabajo, Triaca, se plegó a la vocinglería oficial repentinamente antisindical: «Hay dirigentes que tienen una vocación desestabilizante desembozada”.

No es casual. De él dependía que la movilización del 7 de marzo pasado tuviera un efecto inocuo para el gobierno, y el tiro le salió por la culata. El ministro de Trabajo es hijo de otro Triaca, ya fallecido, un viejo componedor con los factores de poder, entregador de sus representados, e incluso colaboracionista de la dictadura. Cuando Triaca padre debió declarar en el juicio a las juntas llegó a decir que la Armada le había dado “un trato ejemplar”.

El hijo, en el cierre de una semana conflictiva, reafirmó la “vocación de diálogo” que el gobierno mantiene hacia la CGT, pese al anuncio del paro general. Pero inmediatamente después agregó: “Sin duda, hay una manifestación política en estos reclamos. Es innegable, es obvio. Hay un conjunto de dirigentes que tienen una vocación desestabilizante desembozada, sin pruritos”.

Como no podía ser de otra manera, y siguiendo el guión del inescrupuloso consultor ecuatoriano Jaime Durán Barba, el titular de la cartera laboral señaló que entre esos dirigentes se encuentran “desde la ex presidenta para abajo, como también dirigentes gremiales que la acompañaban”, sin dar mayores precisiones.

Triaca dijo que con la CGT no comparte “el diagnóstico”, con lo cual “se hace difícil encontrar puntos de acuerdo”. Y para ello se lanzó a guitarrear versos que ya no juntan votos, al menos entre los golpeados por el vendaval neoliberal: “El diagnóstico no lo compartimos. Vemos una economía que empieza a recuperar empleo, crecer en su producto, que empieza a bajar el nivel de inflación. Son noticias claramente positivas en las cuales hemos trabajado en conjunto con sectores sindicales y empresarios”.

Como Peña, el ministro insistió en que “hay algunos que quieren debilitar” a la administración de Macri porque “quieren volver a las prebendas y los beneficios que han tenido en otras ocasiones”.

La perla la dio al plantear que lamenta las declaraciones del titular del gremio gastronómico, Luis Barrionuevo -quien señaló que el gobierno de Macri lo está “desilusionando”-, al destacar que “el sector del comercio y los servicios han crecido durante la última parte del año pasado en términos de empleo”. No dio una cifra, pero remató: “Hoy el principal problema tiene que ver con la informalidad de cuatro millones de personas que no tienen ningún tipo de cobertura. Ésa es nuestra agenda y, por eso, le pedimos a la CGT que, en vez de discutir si hacemos paro o no, nos sentemos para ver cómo formalizamos a esos trabajadores”.

Movimientos sociales en la calle

Luego de que se aprobara por una mayoría inusual la Ley de Emergencia Social que reclamaban movimientos como la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (Ctep), Barrios de Pie y otros, el gobierno de Macri no sólo cumplió a medias algunos acuerdos tejidos con el Ministerio de Desarrollo Social, sino que cuatro meses más tarde de su promulgación, la nueva normativa aún no fue reglamentada. Por esa razón, esta semana esas organizaciones sociales decidieron lanzar un plan de lucha y marcharon en Buenos Aires ciudad y provincia, y en el resto del país.

El referente de la Ctep, Gildo Onorato, que también es dirigente nacional del Movimiento Evita, señaló, en una entrevista concedida a Página 12: “El Gobierno no escucha”. Y frente a la pregunta de qué los llevó a declarar el plan de lucha, fue aún más claro: “Teníamos resuelto desarrollar para el día 13 una asamblea en Plaza de Mayo, con debates, paneles. Pero después de revisar lo que sucedió en la marcha de la CGT con 400 mil personas que reclamaron una medida de fuerza más firme que la que el consejo directivo mencionó, y después de lo que venían planteando nuestras asambleas populares en las barriadas, decidimos intensificar el tenor de la actividad, pasar a un plan de acción más duro, teniendo en cuenta las dificultades que hay en el territorio, en el tejido social”.

Lo cierto es que a lo largo y ancho del país se llevaron adelante más de 150 cortes de avenidas, calles, puentes y rutas en reclamo de la instrumentación de la Ley de Emergencia Social, pero además proclamando la exigencia de un cambio drástico de la política económica.

Aunque hubo escaramuzas y amenazas de la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, el gobierno de Cambiemos no se animó a reprimir, acaso porque los kilómetros de largo de la marcha en Panamericana y en los accesos desde el sur a la Caba desde provincia de Buenos Aires le hicieron tragar las bravuconadas que la ex montonera arrojó en los medios amigos.

Pero además, Macri se las verá negras con la Ctep, Barrios de Pie y la Corriente Clasista Combativa (CCC), porque este otro triunvirato ya confirmó su participación en el paro general convocado por la CGT, e incluso anticipó que en el marco de una «reunión federal de delegados», el próximo 25 definirán la modalidad con la que participarán de manera «activa» en la medida de fuerza.

Los docentes no se venden

El telón de fondo de esta escena en la que el macrismo se ve en retirada en todos los frentes, se puede percibir con claridad en la lucha de los gremios docentes. A la infamante e ilegal propuesta de recompensar con sobornos a quienes no pararon, hecha por la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, el titular del Suteba, Roberto Baradel, en la masiva marcha que se llevó adelante en La Plata, advirtió: “No tenemos precio. Y vamos a darle una mala noticia al Gobierno: no nos van a poder quebrar ni vencer, los docentes vamos a triunfar en esta lucha”.

Y hasta el gobernador de Santa Fe, Miguel Lifschitz -que también enfrenta un colosal conflicto con Amsafe- planteó su disenso con la Vidal, aunque desde una perspectiva para nada progresista: “Es una estrategia que a lo mejor en el corto plazo puede tener alguna efectividad para romper la unidad de los trabajadores docentes y quebrar la huelga, pero en el largo plazo no son medidas adecuadas”. Sin embargo, reclamó “ser respetuosos de la libertad sindical y el derecho de huelga”.

Macri recibió reprimendas hasta de la Unión Industrial Argentina, y se llevó un abucheo de la planta de Peugeot en Palomar, donde los trabajadores le gritaron, en la cara: “¡Aguante Cristina!”, mientras lo insultaban. En ese marco de encerrona política, como todo buen coaching, Durán Barba les debe haber preguntado a Macri y su mesa chica: “¿Qué es lo que quieren en realidad? Dejen de lado las formalidades y díganme cuáles son sus prioridades”. Cabe suponer la respuesta: “Llevarnos toda la que podamos”. No hay otro incentivo, al menos para Macri y la mayoría de sus CEOs. Para ellos, si ganan o pierden por poco o mucho en octubre, poco interesa, mientras puedan seguir el sistemático plan de saqueo y pillaje que diseñaron una vez que se encontraron con la sorpresa de haber ganado una elección presidencial.

Fuente: El Eslabón

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3 Lectores

  1. Stella Moro

    19/03/2017 en 19:40

    Clarísimo, contundente, sin rodeos.

    Responder

  2. Adriana Posadas

    19/03/2017 en 19:41

    Impecable.

    Responder

  3. Marcela Lóopez Machado

    20/03/2017 en 21:13

    Promesa cumplida. Lo leí ahora. Muy claro descriptivamente. Me gustó mucho. Crítica necesaria siempre: le hubiera metido algunas preguntas que están sugeridas. Abrazo

    Responder

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