Yo no sé, no. Manuel llegó esa tarde de marzo hasta la esquina de Riva y Crespo a decirnos que tanto su limonero como los dos que estaban frente a la Santa Isabel estaban cargados de limones. Para él eso era un buen augurio.
Yo no sé, no. Manuel llegó esa tarde de marzo hasta la esquina de Riva y Crespo a decirnos que tanto su limonero como los dos que estaban frente a la Santa Isabel estaban cargados de limones. Para él eso era un buen augurio.
El cambio que intenta el régimen anarcolibertario no es sólo económico. Tras la mascarada del orden se encubre una virtual desregulación del delito organizado. “El Estado es peor que la mafia”, supo decir el actual Presidente.
No son pocas las voces que advierten que la violencia narcocriminal que azota a Rosario se ve favorecida por el abandono del Estado de los barrios más humildes, donde las bandas delictivas reclutan soldaditos y sicarios de cada vez más corta edad y cada vez menos posibilidades de encontrar otra salida a su realidad de pobreza y marginación social. “Ahora …
Voy de Burzaco a Capital. El tren tiene un aire de desconsuelo por las noches. Todos llevamos el día desarmado en el corazón. Ya son las nueve.
Yo no sé, no. “De ahora en más las mañanas serán frías como las orejas de mi gato”, sentenció Manuel a las 7 de la mañana. José, que venía de la panadería, agregó: “Y con un viento bastante fuerte, un viento despeinador”.
El repertorio de los poderes fácticos para asaltar instituciones se diversificó y complejizó. Gobiernos elegidos por el voto se convierten en autoritarios, violentos y genocidas. El sistema se dinamita utilizando reglas propias.
El regodeo oficial explícito del daño que ocasionan las medidas del gobierno libertario y el aval en redes de esa conducta son síntomas inquietantes de la descomposición social en curso. Su correlato en la política es inevitable.
Que el jueves no se haya emitido De 12 a 14 da cuenta de la escalada de los reclamos del SPR. Que en lugar del tradicional informativo en Canal 3 se haya visto El Zorro da cuenta del enorme alboroto en el gallinero mediático.
La mantis religiosa se detuvo. Llevaba horas caminando en el desierto y ya no tenía fuerzas en sus patas traseras para continuar. Un cartel de neón, que parpadeaba del otro lado de la ruta, le indicaba que se trataba de un motel.
Yo no sé, no. En la anteúltima mano de un truco, tras un envido envido, José tiró la falta y Manuel dio “quiero”. Ganó con 27. Le preguntamos si se tiró a la pileta o siempre le tuvo fe al 27. Nos dijo que era su número preferido.