Las tacuaritas viven en toda América.
Las tacuaritas viven en toda América.

Yo no sé, no. Apenas cruzábamos el puente del doctor Rivas, abajo la vía, adelante cañas y quintas, muchas quintas. Era territorio de las tacuaritas, los cabecitas, gilgueros, torcazas, tordos, misto y las últimas perdices semiurbanas, paisaje que sobrevivió hasta mediados de los 80. Luego descampado y desaparecidas las montañitas, donde reinaban cuises y lagartijas, se abrió paso la prolongación de avellaneda. Con ese adelanto a la vera de la avenida, los barrios de emergencia que con 4 botas ya se volvían poco menos que invivibles. El presupuesto tenía los números que decían chapas y colchones, colchones y chapas. A medida que el paisaje de la infancia se iba borrando, se ensanchaba la ciudad, las calles de tierra le dieron lugar al mejorado, y luego este a un pobre pavimento.

En estos últimos años el presupuesto del Estado apareció con la presencia de más dispensarios, más escuelas, y la municipalidad que te quedaba más cerca por los distritos. Las veredas en algún momento eran intransitables porque llovía y en estos últimos años se transformaron en un lugar de estacionamiento para el primer auto que se pudo comprar el vecino. Y los taxis que antes no entraban o porque no había calles o porque sencillamente tenían que volverse vacíos y no les convenía, ahora entran y cuando hay demora, es por la demanda.

La verdad –me dice Pedro–, no sé si la gente sabrá notar la diferencia entre estar esperando en la emergencia colchones y chapas, y lo que está viviendo ahora para salir a defenderlo y pedir más presencia del Estado en forma directa por los dispensarios o por las escuelas, e indirectas por políticas que te aseguren el consumo. Digo no, porque si nos conformamos con los buenos modales, tener al alcance el billete yanqui y que los precios se queden quietitos, caerán en una trampa.

La derecha volverá con buenos modales a ajustar y si bien el precio del aceite, el azúcar, el fideo y algún que otro corte más bien durito de carne, no se moverán por meses, eso será a partir de que ellos tuvieron su propio colchón, un colchón de ganancias, iremos para atrás. No para el territorio de las tacuaritas y los toldos, sino cuando avellaneda era rapidita rapidita, porque nadie quería parar en el barrio, sólo algún que otro auto cuando caía a la noche en busca de lo que ellos consideran la economía marginal, en busca de algo robado o por los pibes y pibas, como si todo tuviera un precio bien barato. Mientras tanto, los que manejan los grandes números, los Pray Gay, los Frigerios, los Melconian, luego de trasladar el cepo del dólar hacia el consumo, estarán preparando para el barrio chapas y colchones.

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