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El macrismo lleva adelante una política monetaria que absorbe pesos de la economía, saca dinero de circulación a través de altas tasas de intereses en las diferentes estructuras de depósito. Pero eso tiene su contracara y puede funcionar como una frazada corta en el mediano plazo.

Desde tiempos de campaña electoral, Mauricio Macri y su equipo han manifestado su preocupación por comprimir la carga inflacionaria en el país. Por tanto, se puede conjeturar que el gobierno nacional está decidido a impulsar una política monetaria diferente a la que se venía ejerciendo hasta finales del año pasado mediante el Banco Central de la República Argentina (BCRA).

Este distanciamiento de políticas tiene como objetivo alejarse de la estrategia de financiamiento del déficit fiscal del Estado a través de la expansión de la base monetaria –es decir, la emisión de dinero–, y se funda en la hipótesis de que una excesiva emisión para financiar el desequilibrio fiscal desemboca en un grave proceso inflacionario.

Sin embargo, luego de un análisis general del accionar económico en los primeros cien días del renovado BCRA, se podría prever que las estrategias financieras propuestas hasta el momento podrían no dar el resultado esperados en el corto y mediano plazo.

Con Federico Sturzenegger en la cabeza de la conducción del BCRA, se plantea “volver a enfocar el accionar de la institución en los objetivos prioritarios que le plantea su Carta Orgánica”; en particular, “velar por la estabilidad monetaria”. En efecto, una de sus prioridades se cimienta en un plan sistemático y sostenible que tiene como objetivo reducir la tasa de inflación a “niveles razonables”. La estrategia para cumplir con dicha tarea es absorción de pesos de la economía –sacar dinero de circulación– a través de altas tasas de intereses en las diferentes estructuras de depósito.

Por tal motivo, desde mediados de diciembre de 2015, se observa una tendencia creciente en el nivel de las tasas de interés que ofrecen diferentes depósitos, como plazos fijos, Letras del Banco Central (Lebacs) y Notas del Banco Central (Nobacs).

Un caso en particular son las Lebacs (instrumento financiero del BCRA que sirve para manejar la liquidez de la economía interna en el corto plazo). Estos títulos de corto, mediano y largo plazo que licita la autoridad monetaria del país se están utilizando para captar el excedente de dinero en manos del público (incluidas las reservas de los bancos comerciales) a cambio de “atractivos” rendimientos promedios anuales que rondan el 35 por ciento.

Particularmente, el BCRA a cargo de Sturzenegger en menos de tres meses logró absorber 209 mil millones de pesos a través de la colocación de este instrumento financiero (la idea es que el público entregó dinero y el Banco un “pagaré”). Prácticamente, un 78 por ciento adicional del nivel de colocación de letras registrado en el BCRA al 10 de diciembre de 2015 (264 mil millones de pesos).

Sin embargo, esta estrategia para cumplir con las metas inflación del 20 al 25 por ciento por parte del Poder Ejecutivo podrían no servir en el mediano plazo. Esto se debe a que con un nivel actual de colocación efectiva de Lebacs de 473 mil millones de pesos (264 mil millones + 78% adicional) a una tasa promedio del 33,7 por ciento (casi 4 puntos porcentuales menos de lo que en la actualidad se paga por las Lebacs a 30 días), se estima que el BCRA tendrá un costo cuasifiscal de al menos 160.000 millones de pesos a lo largo del presente año. Esta potencial pérdida representa alrededor del 25 por ciento de nivel actual de la base monetaria (aproximadamente, 622 millones de pesos).

Cuando se concrete el pago de intereses anteriormente mencionados, esas utilidades volverán a convertirse en dinero circulante, por lo que seguramente se volverá a emitir pesos. En consecuencia, se originará la necesidad de absorber este excedente de dinero, lo que puede dar lugar a un círculo vicioso que requiere de nueva emisión monetaria, afectando el objetivo original de las medidas impulsadas.

No obstante, tampoco hay que pasar por alto que el BCRA debe enfrentar los costos por la venta de dólares a futuros en el último trimestre del año pasado, la cual se estima que supera los 55.000 millones de pesos.

Teniendo en cuenta estos problemas, se podría decir que tanto en el corto como en el mediano plazo la política de contracción del circulante monetario no acompañará las metas de inflación fijadas por el Poder Ejecutivo Nacional para 2016, dada la necesidad de recurrir a la emisión para subsanar los rojos fiscales o cuasifiscales.

Asimismo, y por fuera de las medidas antiinflacionaria de neto corte monetarista, es primordial tener en cuenta que las recientes adecuaciones en el marco tarifario de los servicios de luz, agua y gas (aumentos por más del 300% y quita de subsidios) repercutirán negativamente sobre el nivel general de precios y, desde luego, sobre el poder adquisitivo de las trabajadores con salarios fijos.

En conclusión, en tanto se continúen con este criterio de política antiinflacionaria habrá que revisar la proyección de inflación para el 2016, tal como algunos sectores del propio gobierno ya están adelantando. En otras palabras, si no hay cambios en esta estrategia, difícilmente se cumpla la promesa de una inflación de un solo dígito para los próximos años.

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